31/05/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Los colegios privados no son ‘cool’. Tampoco los concertados. Lo ‘cool’ son los públicos. Al menos en ciertos barrios de Madrid, en mi barrio. Por las mañanas, que me cruzo con familias que corretean apresuradas a clase, veo padres con patillas que les cubren la mandíbula o barbas que llegan hasta el pecho, madres con flequillo y gafas de pasta negra, niños de pelo largo, galgos que acompañan a niños de pelo largo, familias enteras en bicicleta o en patinete, escucho acentos franceses, alemanes, británicos. Resulta que vivo en un barrio ‘hipster’ con padres de familia ‘hipster’ que tienen hijos ‘hipsters’.

Resulta que hay colegios públicos ‘hipster’.

¿Y ustedes se preguntarán, qué demonios es eso? El término ‘hipster’ nació en los años 40 en EE UU para definir una clase joven que se interesaba por el jazz. En los 90 y 2000 definía a una subcultura urbana de jóvenes de clase media que se mudaban a los barrios antiguos de la ciudad. Casi dos décadas después esos jóvenes son padres tardíos, tienen piso de techos altos en Malasaña, La Latina o Lavapiés, trabajo de guionista, periodista o creativo, perro recogido de una protectora, usan transporte público y sus niños acuden a colegios públicos. Porque el verdadero ‘hipster’ es clase media. Que vive peor que sus padres –sus padres eran clase media que ascendió en la escala social con el sudor de su frente y ellos son clase media que vive al límite– y cree –no le queda otro remedio– en lo público con todas sus fuerzas.

En ese sentido quizá me siento un poco ‘hipster’. Yo soy clase media que vive en el casco antiguo y usa lo que la ciudad pone a mano: parques, piscinas, colegios, transporte, museos. Y que, además, va a cambiar a su hijo de un colegio concertado a uno público. Y escribo, soy periodista. Cumplo los parámetros de lo ‘hipster’. Pero carezco de esa cosa naíf en lo político y en lo social que anega sus conciencias. Quizá porque soy de pueblo.

No se rían, lo digo en serio.

Hay algo muy apegado a la tierra en nosotros, muy realista, a veces incluso áspero. Áspero como los campos de labranza en invierno. Áspero de escepticismo. Yo lo soy. En lo político, en lo social, en muchos aspectos. Me sucede con los políticos. Con los que intentan adoctrinarme. Me resulta imposible adherirme a una ideología concreta o a una moda. Contemplo las cosas desde la barrera. El ‘hipsterismo’ de mi barrio, el ‘hipsterismo’ del futuro colegio de mi hijo. Bienvenidos, ‘hipsters’, os saludo desde lejos.
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