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Cocaína y 'coronacirco': De Kate Moss a Victoria Abril

28/02/2021
 Actualizado a 28/02/2021
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Hace casi un año, al comienzo del estado de alarma, pregunté a un abogado si se podría ir penalmente contra quienes, desde una posición política o mediática destacada, habían difundido que el coronavirus era mucho menos nocivo de lo que finalmente ha terminado siendo. El tipo, que estaba metido en uno de los fregados legales más locos contra el Gobierno por la gestión de la pandemia, me dijo que esa responsabilidad era muy difícil de probar. La cuestión se me ha reactivado últimamente. Estos días cumplen un año diversas manifestaciones públicas de este pelaje: «Es más probable morir atropellado porque la mascarilla para protegerte del coronavirus se mueva y te tape los ojos que por el propio virus». O bien: «Los cierres de fronteras no sirven de nada. Con lo que sabemos, el virus tiene una mortalidad relativamente baja. Pronto habrá casos en muchos sitios y eso no quiere decir que vayamos a morir todos. La mayor amenaza es la histeria». O bien: «Hay una psicosis colectiva». O bien: «Dejen de comprar mascarillas, no sirven para nada». O incluso: «En las portadas y en las tertulias, el coronavirus corre desbocado y es una peligrosísima pandemia que causa pavor. En el mundo real, el coronavirus está absolutamente controlado en España».

Estas declaraciones no las propagaron mindundis como usted o como yo. Fueron autodenominados ‘divulgadores’ o ‘expertos’ científicos, alcaldes, premiados corresponsales de la televisión pública, epidemiólogos oficiales o portavoces de un partido que forma parte del Gobierno. Su posición y su prestigio hicieron que esos mensajes calasen más en según qué personas. Porque aquéllas no fueron palabras sin importancia, como tampoco lo es gritar «¡Fuego!» en un teatro repleto, lo cual terminará ocasionando una estampida y muertos o heridos, según un ejemplo del jurista estadounidense Oliver Wendell Holmes rescatado por el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz. Un caso al que se le podría dar la vuelta aquí: decir a los asistentes que no hay fuego alguno mientras las llamas consumen el teatro. Lo más interesante es lo que sucedió el jueves. Desde los mismos sectores que habían aplaudido y compartido aquellos mensajes de hace un año llegó un grito acusatorio («negacionista») contra la actriz Victoria Abril por calificar a la covid de ‘plandemia’ y ‘coronacirco’. Lo cual evoca lo que pasó en 2005, cuando un tabloide británico publicó unas fotos de la modelo Kate Moss ‘enchufándose’ unas pocas rayas de cocaína. Aquello provocó un revuelo considerable que le hizo perder contratos y que ocupó horas en debates televisivos. Los tertulianos decían que qué pena Moss y que muy mal lo de la ‘coca’. Hasta que un día llegó el cantante Robbie Williams y soltó: «¡Pero si yo he esnifado ‘farla’ con los que salen criticando a Kate!».
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