07/08/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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La clorofila esta sustituyendo al asfalto. Las hortalizas están resquebrajando el hormigón. En muchos espacios urbanos las raíces están agrietando plazas, calles y rotondas. Cualquier lugar puede ser apto para cultivar hortalizas. La clorofila se extiende por patios, parques o solares abandonos. La micro-agricultura urbana se ha convertido en una de las muchas estrategias para superar esta crisis global que parece que nunca acabará. Cultivar nuestro propio alimento nos hace más resilientes, es decir: más fuertes, más libres, más humanos.

El cultivo de la tierra en la ciudad nos permite cambiar lo urbano desde lo humano. Etimológicamente, humano deriva de la palabra griega homo, que significa humus, es decir, tierra viva y fértil. En muchas cosmogonías el hombre simbólicamente fue creado de la tierra, del barro. Cambiar lo urbano desde lo humano también nos transforma a nosotros mismos. Al cultivar nos sembramos, al plantar nos enraizamos, al cosechar nos rescatamos. Aquellos que cultivan acaban siendo cultivados. La huerta urbana es la metáfora olvidada del verdadero espíritu urbano: comunitario, agrario y revolucionario.

Miles de proyectos están en este instante ‘cultivando las ciudades’. Destaco entre todos ellos el que he visitado en California: ‘Food Not Lawns’ (comida, no césped). Este proyecto comunitario intenta transformar los espacios encespedados en comestibles. Un proyecto que se enfrenta al caduco espíritu burgués y aristocrático que enaltece los espacios encespedados. El césped es un reliquia de la Edad Media en la que la nobleza francesa convirtió muchas parcelas productivas en campos de placer y ocio. También las oligarquías inglesas exhibieron su riqueza creando fastuosos jardines encespedados.

La asociación entre césped y riqueza sigue siendo el centro de la estética urbana para las clases dominantes siglo XXI. El césped es una clorofila inútil y conflictiva que ha colonizado todas las ciudades del planeta. En EEUU la ‘obsesión’ por el césped es incontenible y este ya ocupa 13 millones de hectáreas (tres veces más superficie que cualquier otro cultivo de regadío). Para mantenerlos ‘sanos y resplandecientes’ se necesitan diez veces más pesticidas y herbicidas que en cualquier otro cultivo comercial.

Ideas como ‘Food Not Lawns’ se están extendiendo por toda California, la terrible sequía que sufre no deja otra alternativa. Por ejemplo, en algunas de sus universidades todos los ‘céspedes y jardines’ se están transformando en suculentos cultivos hortícolas. La ‘revolución de la clorofila’ sin duda llegará a todas las ciudades.
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