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Ciudadanos pudo ser

31/12/2020
 Actualizado a 31/12/2020
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Cuando escucho alabar las bonanzas que traerá el deseado 2021 no deja de azotarme con un escalofrío aquello de «más vale malo conocido que bueno por conocer». Resulta complicado imaginar un año más trágico que el que hoy enterraremos en asado y champán, pero no es imposible. Y este aciago 2020 hemos aprendido la perogrullada de que puede ocurrir lo posible.

Solo conozco una familia que no ve con tanto buenismo el nuevo año. La familia desestructurada de Ciudadanos, que no consigue estrenar bien los calendarios. Hace un año, cuando aun no sabíamos pronunciar hidroalcohólico, tampoco disfrutaban unas buenas Navidades. Había pasado poco más de un mes de las elecciones generales que dejaron su grupo del Congreso en menos que un equipo de fútbol. El padre prometedor que era Albert Rivera acababa de dejar la política por la puerta derecha y la formación encaraba unas primarias fratricidas (como todas). El indiscutible liderazgo heredado de Inés Arrimadas era discutido por el fanfarrón impertinente de Castilla y León empeñado en sacar las vergüenzas de las decisiones que los convirtieron en prescindibles. Arrolló Arrimadas, pero hubo nuevos descalabros en País Vasco y Galicia. El respondón Igea se quedó solo y encerrado en su torre de vicepresidente.

Igea sabe que su tiempo en Ciudadanos dura lo que dure su mandato en la Junta. Pero con las elecciones catalanas en el horizonte esta Nochevieja en Ciudadanos también tenían una esperanza. Pero tampoco. Las encuestas y la traición tortuosa de Lorena Roldán evidencian su ocaso irremediable. El último fortín catalán, el hito de haber ganado al independentismo, se desmorona. Tanto que Roldán se cobija en el PP, en ese PP escuálido de minoría inútil que es en Cataluña. Del centrismo mayoritario al ala cálida de la derecha. Ciudadanos pudo ser bisagra, Rivera pudo ser el Macron español, UPyD alternativa e Igea presidente. 2020 pudo ser un buen año y 2021 próspero y floreciente.
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