miguel-soto.jpg

Círculos y cuadrados

17/11/2019
 Actualizado a 17/11/2019
Guardar
Los libros de texto en León siempre se compraron entre Padre Isla y Ramón y Cajal. Pero la literatura entró en las casas masivamente gracias a Círculo de Lectores. Así fue en el caso de mi familia, donde la más jovencita de las hijas de mis abuelos maternos, con el correr del tiempo mi madrina, recuerda con precisión cómo venía el señor a dejar el catálogo y unos días para pensártelo. Luego recogía el pedido y, «por favor, el catálogo». Y tiempo después regresaba con un bolsón enorme lleno de libros perfectamente envueltos. En plástico, que ya eran los setenta. Libros de Capote, Cela, Torrente Ballester. Con esas tapas duras, portadas ilustradas y lomos tan característicos. Tenían buen criterio las mujeres en mi familia por mucho leer, y cuando les llegaba algún callete (mi tata dixit), lo sabían juzgar, porque no santificaban la letra impresa.

Pues Círculo de Lectores ha desaparecido pero no así el libro de papel. Que ha resistido las embestidas del digital con la robustez de La Negrilla. Lo que no garantiza que en el futuro no pueda sufrir la desaparición, aunque de momento no se espere tal cosa. Y es que ‘lo real’ sigue siendo depositario del placer adulto. La comida de verdad, la discusión a la cara y el amor sudoroso.

Del comercio en persona no me atrevo a asegurarlo con rotundidad. Algunos valoramos de aquel la inmediatez (lo tienes, me lo llevo) y en el caso de las librerías el aluvión de oferta recién impresa. No tanto el mitificado consejo de los libreros. A otros, sin embargo, no les importa esperar unos días, pocos, a que lleguen el de Amazon o el de Alibaba y, si no los encuentra en casa, le deje sin contemplaciones el pedido a su vecino, ya sea un libro de bolsillo o una televisión de cincuenta pulgadas.

Lo que poca gente aceptaba ya era tener que esperar semanas a que llegara el del Círculo. Por eso parece lógico que Planeta se lo haya ventilado, aun perdiendo esa cartera de un millón de clientes que intentaron explotar vendiendo alfombrillas de baño y aspiradores sin cables. Lo que no tiene ni pizca de lógica ni gracia es el tono de las últimas palabras que han tenido que escuchar los agentes comerciales de boca del ejecutivo que los despidió: «A partir de este momento no podéis entregar ni un solo libro que os quede en casa».

Ese cabeza cuadrada de ejecutivo algo habrá leído en su vida, pero seguro que muy poco. Porque le es perfectamente aplicable lo que dijo Unamuno de quien da sorbitos a la letra impresa: «Cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee».
Lo más leído