Se trata de una sucesión de escenas en las que el realizador invita a los habitantes de un hostal no sólo a salir en ellas y ser sus protagonistas sino a grabar también con la cámara, a ser autores de ellas. Además, no se han cortado todos los planos borrosos o torcidos, ni las secuencias tomadas desde demasiado cerca o durante demasiado tiempo. Esos momentos que nunca se graban, o luego se quitan, aquí se dejan porque las personas siguen hablando, porque la vida continúa en lo que el montaje cinematográfico llama elipsis, saltos en el tiempo, espacios del relato sin trascendencia narrativa que se omiten. Todo este film es en sí el registro del interior de una elipsis, un documento de algo que aparentemente carece de importancia: el día a día de unos ancianos que no cambiarán el mundo pero que de alguna manera nos transforman a los espectadores con su rutina vista en un cine sin apenas montaje, casi siempre en plano secuencia: un cine tiempo.Lo que más sorprende es que el realizador de esta película haya evitado, como ya hiciera cuando trató la memoria de la despoblada zona rural del entorno de la Fundación Cerezales, el patetismo. Se ha negado aquí a registrar los tópicos de la vejez, de la soledad, de vivir sin familia en una habitación fuera de casa… Son personas mayores, ancianos, viejos, pero no están hablando del pasado todo el tiempo, no están tristes, aunque se ven sus cajas de medicamentos, aunque un día dicen que les duele mucho un codo… Hacen una vida de presente: conversan, hablan y se escuchan, y se ríen con la ilusión y la sorpresa de haber entrado inesperadamente en una pequeña comunidad con la que quizá no hubieran contado ni siquiera en la familia, en su pueblo o en su barrio.Sin profundidad de campo porque la salita de estar o el dormitorio no dan para más, con el ruido de fondo de la televisión en la que la actualidad parece una exageración de los hechos que proviene de un mundo que realmente no existe, con los diálogos inocentes de los inquilinos, con la banda sonora de la radio que pone música al azar… se va haciendo sola la película. Un día, como en un bucle paradójico, les sientan a contemplar su propia vida proyectada en la pared del comedor al tiempo que les filman verse filmados: un juego de espejos que se duplican infinitamente.
Al final, a través de las ventanas se aprecia cómo nacen las hojas en los árboles de la calle y en el patio entra el canto de un pájaro, es la primavera. Algunos huéspedes hacen la maleta y se van a sus pueblos. Nos quedamos con las ganas de saber de Mª del Carmen, Adelino, Mercedes, Pilar, Natividad, Perla, Ceres, María del Rosario, Ángeles, María Carpintero, Celia, Regina, Felicia, Milagros, Felisa, Begoña, Maudilio, María Flores, Fermín, Pilar, Macario, José Rodríguez, Pedro, José Álvarez, Emiliano, Julio, Agustina, Elvira… Nos quedamos con ganas de saber si volverán el próximo otoño a compartir la vida en ese piso huyendo más que de los fríos del invierno de las soledades de sus pueblos desiertos, con ganas de saber si volverán a ese hostal que, no desprovisto de irónica simbología, se llama España.‘Hostal España (2020) de Chus Domínguez e Inma Álvarez, con la participación de las trabajadoras y los residentes en el Hostal España de León, ha sido producida por LAAV (Musac) con el apoyo de la Fundación Carasso y premiada en el festival Alcances de Cádiz, exhibida en el DA 2 (Salamanca) y en noviembre en el Musac.