Chupete y túnica

Mi padre quiere que escriba sobre la Semana Santa. Y yo le digo que qué quiere que escriba sobre eso, que tampoco me siento demasiada inspirada y que esa lluvia en la ventana no ayuda demasiado. Pero bueno será cosa de padres, de sentirse orgullosos y todos esos temas. Papá, ya sé que te encantaría que dedicase una columna entera a tu paso en el Dulce –que me encanta, por cierto–, pero hace poco que fue el Día Internacional de la Mujer y estoy sensible con eso. ¡Lo siento, pero los tiempos cambian y la Semana Santa también se debería renovar un poquito! Lo digo por todos, hombres y mujeres, porque lo de tener sólo cosas de hombres o sólo cosas de mujeres ya pasó de moda. Y olé por todas esas cofradías que se hicieron mixtas, y de las que he tenido la suerte de formar parte. Famosa fui yo, mi chupete y mi túnica en los diarios de León allá por 1993 cuando mi padre me llevaba con él en Angustias y Soledad. Pero al margen de todo eso, sí que es verdad que las circunstancias, vivir fuera, trabajar y que no te den toda la semana de vacaciones… en definitiva, hacerse mayor que es un verdadero fastidio, han hecho que me aleje un poco de mi vena papona. Aun así son cosas de mi infancia que recuerdo con especial cariño, y que me siguen gustando porque mi padre me ha transmitido su pasión por ellas desde que tengo uso de razón. Por eso ahora, aunque ya no salga, sigo yendo a todas las procesiones que puedo y no fallo ningún Viernes Santo para verle pujar. Y la Semana Santa sigue siendo el punto de encuentro ideal para todos esos que hemos tenido que dejar León. ¡Siempre hay tiempo para matar unos judíos o para verte de vinos estos días! Si hasta en el metro de Madrid conozco a la gente que sale en el súper fotón con el que han empapelado algunas de las estaciones para hacer promoción. Qué mejor ocasión para visitarnos. Porque nuestra Semana Santa no será puro folklore y tronos inmensos como la del sur, pero eso sí, a fiesta y buen ambiente semanasantero… no nos ganan, ¿eh?