06/03/2016
 Actualizado a 08/09/2019
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Mi pariente Goyo Boixo, veterinario de profesión y de vocación y artífice durante cuarenta años de la renovación de la cabaña vacuna de los valles del Porma y el Curueño merced a la inseminación artificial, que introdujo en aquella zona, me contaba la respuesta que le dio el célebre Pablo Díez, el ‘mejicano’ de Vegaquemada fundador de un imperio económico en América cuyos ecos aún vive León (el santuario de la Virgen del Camino, la iglesia de Vegaquemada, la Fundación Antonino y Cinia de Cerezales del Condado, etc.), a su pregunta sobre el futuro que veía para la provincia leonesa. Chopos y vacas, le respondió escuetamente el indiano, que ya entonces era un hombre octogenario, pese a que seguía viniendo a su pueblo de origen todos los veranos.

La profecía de don Pablo, como todo el mundo se refería a él (es lo que tiene el dinero), se cumplió, pero sólo a medias. Hoy, cuando los hijos de Goyo Boixo le llevan por la zona, pues a sus 93 años no conduce –él, que vivió prácticamente en el coche, en el que llevaba el instrumental necesario para la inseminación, durante toda su vida profesional–, lo que el viejo veterinario ve por la ventanilla son infinitas choperas que ocupan lo que fueran praderías de ribera y sembrados de lúpulo o de patatas y algunas vacas, pocas, pastando entre ellas. Año a año, sin embargo, la densidad de los chopos ha ido en aumento mientras que el número de vacas ha descendido hasta el punto de que a veces no se ve casi ninguna en varios kilómetros. Cierto que muchas de ellas están estabuladas todo el tiempo, por lo que no se las ve pastando entre pueblo y pueblo como antiguamente, pero no lo es menos que el número de cuadras ha descendido, y continúa haciéndolo, desde hace tiempo al mismo ritmo que el precio de la leche y que el número de ganaderos y de familias que se dedican a esa ocupación.

Esta semana, para rematar, la prensa leonesa habla de que las empresas lácteas ha anunciado a muchos de aquéllos que dejará de recogerles la leche como hasta ahora, puesto que les sobra a pesar de las continuas bajadas de precios y de los recortes de la producción en Europa. ¿Qué diría Pablo Díez si volviera a su Vegaquemada natal y apenas viera vacas por el camino? ¿Qué pensaría de los políticos de su provincia, incapaces de defender sus valores y sus fuentes de supervivencia? Seguramente, se volvería a América deprimido como le ocurre al veterinario Boixo cuando regresa a León después de su excursión familiar campestre viendo desde la ventanilla del coche miles de chopos por las riberas y apenas unas pocas vacas descendientes de aquellas que él ayudó a engendrar y que durante años poblaron por millares el paisaje de León hasta el punto de ser uno de sus símbolos, además de su mayor fuente de riqueza.
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