Cestos de vitalidad

09/02/2016
 Actualizado a 25/07/2019
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Llegan estas fechas carnavaleras y al hablar de las celebraciones en determinados pueblos repetimos, y escribimos, palabras que hemos heredado de quien lo contó antes, de quien escribió primero.

Y no escatimamos adjetivos: ancestrales, vernáculos, tradicionales, folclóricos, rituales, atávicos, seculares... y si se nos calienta la boca no reparamos en gastos del diccionario y hablamos de mágicos o legendarios.

¿Qué significan tantos elogios repetidos?La verdad, no lo sé, como tantas cosas que repetimos año tras año sólo significa que se vuelven a repetir, que vuelven las teles, los fotógrafos, los curiosos, los estudiosos, los enamorados de su tierra y sus circunstancias.

Lo que sí tengo muy claro es que en estas tierras a las que adornan tantas palabras bellas siempre hay mujeres como Amparo y Nélida, las de la foto, de Velilla de la Reina. Mujeres que durante el año cosen trajes o hacen teatro, mujeres que cantan y cuentan historias, mujeres siempre dispuestas aunque, como es el caso, superen los ochenta e incluso los noventa. Gentes (también hay hombres)que saben que por las venas de sus vecinos corre este gusto por mantenerse vivas y festivas, habitantes que saben que estos adjetivos hay que alimentarlos si no quieren que se vayan secando como le ocurrió a las ramas de su negrillón. Cachondas mentales que levantan las faldas para que se aireen sus «productos secos y ecológicos».
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