06/05/2015
 Actualizado a 14/09/2019
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Contaba el escritor Juan Goytisolo, en su breve, sustancioso e incendiario discurso como Premio Cervantes 2014 en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, que le gusta ‘cervantear’, esto es, aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido, dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños, que pretenden imponernos desde las altas esferas. En este sentido, su instintiva reserva a los nacionalismos de toda índole y sus identidades totémicas, religiosas o políticas,que sienten amenazados sus credos, le ha llevado a abrazarse como un salvavidas a la nacionalidad cervantina, que también reivindicara su amigo, el escritor mexicano Carlos Fuentes, porque volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje Alonso Quijano, como una forma superior de cordura, es una auténtica lección. «Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella». La lección magistral de un loco cuerdo, El Quijote, cuya noble empresa era la de deshacer entuertos y socorrer y acudir a los miserables y desheredados de la sociedad, por ejemplo a los inmigrantes con instinto de vida y ansia de libertad, que intentan nomás cruzar las vallas de Ceuta y Melilla. Ese Quijote que acomete contra las injusticias: el paro, la corrupción, los desahucios, la precariedad, las crecientes desigualdades sociales, el exilio profesional de nuestros jóvenes, más de un 20% de niños y niñas por debajo del umbral de la pobreza en nuestra Marca España. En el fondo, esa debiera de ser la tarea de un escritor o «incurable aprendiz de escribidor», la de combatir la pobreza y el hambre en el mundo, luchar contra toda injusticia, en definitiva, habida cuenta de que vivimos en crisis económica, política, social, cultural.

Con esta frase cervantina, ‘A la llana y sin rodeos’, tituló Goytisolo su discurso, dedicado a su maestro Francisco Márquez Villanueva y a los habitantes de la Medina de Marrakech, donde el autor de ‘Coto vedado’ vive con su familia marroquí.

Hace unos días, con el motivo de la presentación en la librería Lé de Madrid de la revista ‘Énfasis’ -en la que tuve el placer de colaborar-, viajé a Alcalá de Henares, acaso en busca de las huellas cervantinas, ya que se trata de una población impregnada por el espíritu redivivo de ‘El manco de Lepanto’. Me emocionó callejear por algunos lugares emblemáticos, visitar su casa-museo y por supuesto adentrarme en la Universidad de esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad, a sabiendas de que el gran Goytisolo, a quien siempre recordaré con afecto en aquel encuentro que tuviera con él en el café de France de Marrakech, disertara en este espacio cervantino. Y me hizo reflexionar una vez más que, en vez de desenterrar los huesos de Cervantes como reclamo turístico, mejor deberíamos leer y aun releer su obra al completo, sobre todo su Quijote, cuya «fuerza genésica» sobrevivirá a su autor, porque las verdaderas obras de arte no son efímeras como las «exquisitas mierdas de gloria» de los literatos mediáticos sino que perviven a lo largo del tiempo. Y el creador de las ‘Novelas ejemplares’, que quizá fuera un judío converso de origen leonés -como ha señalado Santiago Trancón-, logró una maravillosa obra literaria, vital, a pesar de vivir estrecheces y estar condenado al anonimato antes de la publicación de su ingeniosa novela, que nos muestra los paisajes y el paisanaje del Noroeste peninsular. Por su parte, el buen poeta José Antonio Llamas también dedica uno de sus libros a rescatar las montañas de León en el Quijote.Pues, continuemos ‘cervanteando’.
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