Cerrado por defunción

17/03/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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La madera se pudre antes que los recuerdos. Ya no merece la pena pintar la puerta otra vez, darle otra capa de un nuevo color, para que quien decida un día decaparla vaya encontrando los colores de moda de cada época, o los gustos del pintor del pueblo.

La madera se pudre antes que los recuerdos y ante la tristeza de su imagen, ante la evidencia de que más que puerta se ha convertido en maderas secas y cuarteadas, sin más utilidad que encender la cocina o la chimenea, ese dueño que ya se ha ido a buscar la vida lejos ha colocado con mucho cuidado y pena esas piedras que parecen llevar escrito en su cara buena «cerrado por defunción».

No las sujeta con cemento porque aún sueña que algún día las irá quitando, una a una, cuando se jubile y regrese al pueblo, para volver a colocar otra puerta, aunque a buen seguro ya no será una vieja puerta de madera, como la que se cuarteó y murió de olvido, sino alguna de esas que ofrecen a precios de escándalo en grandes almacenes para la construcción, el bricolaje y el sírvase usted mismo.

Pero muchas veces también se va cayendo la pared y es definitiva la pérdida cuando el tejado se rasga y los armantes ceden, dejan a la vista el cumbrial, amenazan con derrumbarse como si fueran de juguete.

Y para la vida no hay ofertas en grandes almacenes del bricolaje.
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