jose-antonio-llamasb.jpg

Cerezales del Condado

17/04/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Guardar
Cerezales del Condado es un pueblo leonés al que le ha tocado dos veces la lotería; una al situarlo sus fundadores a orillas del río Porma, poco antes de que éste se junte con el Curueño; y otra, en nuestro siglo, al heredar múltiples caudales de unos hijos millonarios, de nombre Cinia y Antonino. De la primera vez lo conserva todo, praderíos y montes y un poblado al resguardo de los vientos apacibles, al pie de la corriente del legendario río que riega la vega de Boñar, y que toma su nombre de la bella Polma, la heroína contra el furor de Roma en tiempos de Diocleciano y Justiniado y siendo mandamás en nuestra tierra Fortunato el indigno.

La fortuna, la segunda vez, no ha sonreído por igual a todos los habitantes del pueblo. Más a los parientes que a los demás, por supuesto. La ‘Fundación Cerezales Antonino y Cinia’ ha levantado allí un edificio moderno dedicado a actividades culturales recién inaugurado. Y para admirarlo, el martes 11 de abril, con un sol resplandeciente de esta primavera sublime, este cronista, acompañado de su mujer y sus perros, acudió a contemplar el milagro. Les costó encontrarlo. Ninguna indicación. Vueltas y vueltas. Precioso pueblo. Unos chavales que tenían sus bicicletas tiradas en la acera nos indican que «aquello» se encuentra al final de un sendero artificial, al que se accede por una puerta de hierro a pie de calle. Y, efectivamente, «aquello» son los galpones que la dicha fundación ha levantado allí para dedicarlos a la cultura.

El hangar aparece detrás de los chopos en la linde del monte. Unas naves de madera de de pino nórdico, con frontispicios acristalados y en suelo de mármol, pulcro e impoluto, y unas señoritas muy amables que explican lo inexplicable y que hablan de Hamish Fulton, el arquitecto y primer expositor de sus fotografías, como si fuera un insigne e irresistible genio al que hay que dar por hecho que todo el mundo reconoce. Pero el cronista es lego en la materia.

Lo que no hay forma es de encontrar ni un solo clavo para atar los perros. Ideamos enganchar las correas en las maderas de pino nórdico y nos disponemos a disfrutar de las fotografías del inglés peripatético, «una leyenda del arte moderno» y una celebridad en los museos del mundo entero.

Y ahí fue cuando «se jodió el Perú», según dicho de ‘Varguitas’ Llosa. Ni el cronista, ni su mujer, ni sus perros, están capacitados para degustar las 17 fotografías de Picos de Europa en blanco y negro. De cinco paisanos con que dimos, ninguno sabía de qué iba aquello.
Lo más leído