Censo de invierno, recuento de pardales

Los números de la despoblación son muy duros pero la realidad es terrible pues los números son hijos de los datos oficiales y la verdad del invierno en nuestra provincia, casa por casa, resulta cruel

Fulgencio Fernández
11/02/2018
 Actualizado a 11/09/2019
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La conversación se repite con frecuencia en las noches de invierno, en cualquier bar. También suele surgir en los entierros, entre los que no entra a misa. «¿Oye, ¿cuántos quedamos en el pueblo?».

Y la respuesta suele ser cruel. No es que la gente sepa de memoria los habitantes, pero hacen el recuento casa por casa, lo que se llama el censo de invierno, ¿y...?
Pues que el recuento de gorriones (o pardales), que es como se llaman a sí mismos los vecinos que permanecen en invierno, destroza los datos y las estadísticas oficiales.

Los números del censo son crueles —hace unos días los publicó La Nueva Crónica y son más que preocupantes— la verdad pura y dura los destroza. Un ejemplo lo aclara, el de la tabla del municipio de Cármenes que aparece en la página siguiente: «363 habitantes dice en censo, 119 vivían en los 17 pueblos del Ayuntamiento hace unas fechas, en un entierro, el de su recordado tasquero Isidoro».No elegimos este municipio por ser especialmente grave el problema, es como en tantos otros: Villamanín, Riello, Crémenes, Riaño, Babia... en toda la montaña especialmente. Pero allí nos era posible ese recuento incuestionable, casa por casa: En la de Reyero nadie, en la de debajo que compraron tampoco, donde Antonino dos...». Total, menos de la tercera parte de los que ya decía el exiguo censo. Y un buen número de pueblos deshabitados». Hace unos años hizo este mismo ejercicio el profesor Aurelio Rodríguez Puerta, pueblo por pueblo, en nueve municipios de la montaña de Riaño, desde Acebedo, Burón, Maraña, Riaño hasta el valle de Valdeón. Fue publicando los datos en la Revista Comarcal y los recogió en un libro que llamó censo de residentes y resistentes. La proporción era parecida, de 9000 habitantes censados a alrededor de 3000 reales. «Pero me pareció más significativo el dato de habitantes por metro cuadrado, que era exactamente de dos». Recuerdo ahora un reportaje sobre despoblación en un dominical de un periódico nacional, se titulaba ’La Laponia española’ y daba un dato de esta zona, que situaba entre Cuenca y Guadalajara, «con menos de ocho habitantes por metro cuadrado».Bien es cierto que ellos trabajaban también con los censos oficiales. ¿Que lleva a las gentes del mundo rural a mantenerse censados en sus pueblos pese a vivir la mayoría del año en la capital de provincia o pueblos más poblados? Hay un poco de todo, pero en la mayoría de los casos les cuesta mucho trabajo perder el arraigo con su tierra natal, hasta el punto de que son muchos los que siguen acudiendo al médico a sus pueblos, por ejemplo.

En lo que muchos llaman «el parlamento» rural, un grupo de gente que se reúnen al sol de la mañana en la plaza de San Marcelo, de los 11 que estaban en una mañana de noviembre, de excelente temperatura, nueve seguían censados en sus pueblo de Babia, los Argüellos o Boñar. «No se parece que si te quitas del censo ya renuncias a todo, como si dejaras de ser de allí», dice Manolo el de Villanueva, al que matiza un babiano: «Y bien que te presta que cuando va a haber elecciones te llaman y te van a ver a casa, que aquí en León eres como un perro, nadie va a mirar para tí».

Parecida es la visión de los alcaldes, que aseguran que «aunque siempre se anda especulando con que los vamos a buscar en la gran mayoría de los casos son ellos los que insisten y, además, si nadie paga impuestos en los pueblos... pues bajamos la trapa y que venga Montoro a presidir la Junta Vecinal».


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