Caza sin muerte

La caza con liga fue una práctica habitual en nuestros pueblos y la capital para capturar pequeños pájaros sin mayor daño

Fulgencio Fernández
08/08/2022
 Actualizado a 08/08/2022
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Sabe el bueno deFernando Rubio que han pasado 50 años desde que hizo las fotos que ahora recupera y este ‘desfase’ provoca en algunas de ellas situaciones que podríamos decir "embarazosas"; pero es evidente que lo que muestra existió, y hasta recogían situaciones de absoluta normalidad en los 70 y algunas de ellas son motivo de polémica en la actualidad. Controversias en las que no vamos a entrar, ni es el lugar ni creemos que os interese lo más mínimo lo que podamos opinar.

Lo recordaba Rubio en otras series anteriores, como la dedicada a una ‘cuestación para los subnormales’ —así se llamaba digamos que oficialmente— u otra dedicada al barrio de Corea, nombre con el que se conocía popularmente al de la Inmaculada, por citar dos de ámbitos bien diferentes y presentes en su archivo.

Hoy rescatamos una práctica muy habitual en aquellos años (y los anteriores), la caza de pájaros con liga, y que era a su vez un nexo de unión entre las costumbres de los pueblos, que se mantenían en aquel León que era un pueblo grande y que tienen aún más sentido si las practicaban en ‘las eras’, que rodeaban aquella pequeña ciudad e incluso algunas llegaron a dejarlas en su nombre: Eras de Renueva, de las que Fernando Rubio guarda también varios reportajes con vacas pastando y similares.

Recuerda Fernando que aquella caza ‘sin muerte’ —como con el tiempo fue la pesca— "en 1970, año de las fotos, era una modalidad estaba permitida y era la forma de capturar vivos y sin daño, para su venta, diversas avecillas. Los pájaros que solían cogerse eran los jilgueros o colorines, verderones y pardillos, incluso gorriones y totovías". Para rematar su contextualización de las imágenes conuna reflexión sobre lo ya apuntado: "Actualmente si te cogen practicándola, se te caerá el pelo".



Esta práctica era también muy habitual en nuestros pueblos, generalmente con un sentido mucho menos comercial del apuntado por Fernando Rubio. Era parte de una forma de relación entre los chavales y los pájaros de su entorno, que había nacido mucho tiempo antes cuando los chavales "iban a nidos"; es decir, a localizarlos en el árbol, aleros, pajares o donde las madres y padres los construyeran para hacerles un seguimiento durante toda su vida. No siendo menos cierto que en no pocas ocasiones el exceso de entusiasmo en el seguimiento de los nidos acababa provocando que las madres los aborrecieran al ver invadido su espacio, su entorno y la intimidad necesaria para ese proceso tan especial en cualquier especie como es el nacimiento.

También serán muchos los niños de ciudad que recuerden sus andanzas por las eras, la utilización de la liga y la búsqueda de nidos sin la finalidad comercial que sí estaba presente en el reportaje para el que realizó estas fotografías. A fin de cuentas la vida de los barrios de la ciudad y la de los pueblos se parecía mucho más de lo que con ojos de hoy podemos imaginar.

Plantea Fernando algunas reflexiones sobre la ley de bienestar animal, tan de actualidad ahora y que ni se podía intuir cuando hizo estas fotos; y lo hace con una curiosa comparación. "Espero que la exposición de las imágenes no nos haga caer en las calderas de Pedro Botero o peor, que nos caiga una multa impresionante y cuantiosa como las que les caían a los curas al final de la Dictadura, época en la que recuerdo que la homilía de la misa la comenzaban diciendo: ‘Carísimos hermanos. Y no lo digo por el cariño que os profeso sino por las multas que me caen por mis sermones’". Y remata: "Era la época de monseñor Setién".

Y bromea: "De todas formas podemos acudir a la filosofía del saludo trapense y lo voy a hacer: ‘ Hermano, morir habemos, a lo que el interpelado responde: Ya lo sabemos".

Tengo para mí que nada puede ocurrir, sólo se trata de recordar una práctica que puedes compartir o no, después de varias décadas. Traigo una anécdota de hace unas horas. Sabiendo el tema de las fotos lo saqué en la conversación nocturna, precisamente con uno de los habituales de colocar liga: Repasó las mejores paredes para hacerlo, aquellas en las que había sal o cocinonas, mantuvo silencio un rato y remató: "De todas formas, un poco animalicos sí éramos".
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