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Caudillo de los mil rostros

22/11/2020
 Actualizado a 22/11/2020
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Cúmplense 45 años de la muerte de Franco. Me disculpen los franquistas la hipérbole facial sobre su admirado y requeteastuto caudillo. Franco no tenía un pelo de tonto, pero tampoco de franco, y hubo de mudar de rostro según los casos. Por ejemplo, hizo creer a todo el mundo que era católico convencido, pero se vio obligado a contemporizar con sus aliados nazis y fascistas nada entusiastas de la Iglesia católica. Al mismo tiempo que prometía a ambos su lealtad, les confesaba no poder prescindir del sector clerical. Lo que llevó a los nazis a repudiarlo finalmente por catolicón.

La Alemania nazi, que tan decisivamente le había ayudado a ganar la guerra, se sentía como esposa engañada por marido infiel: «Si en 1936 no hubiera decidido enviarle mi primer avión Junker, Franco no hubiera sobrevivido. ¡Y ahora atribuye su salvación a Santa Isabel! ¡Isabel la Católica, la mayor ramera de la historia!», exclamó Hitler enfurecido, para quien siempre consideró que la intromisión de la Iglesia en España era un error. El almirante Canaris ya había advertido al Führer que Franco no era un héroe, sino un «maniobrero político». Por su parte, Goebbels habla de Franco en su Diario como: «La típica gallina histérica. Cuando la ocasión le parece propicia, eriza las plumas; pero, pasado el incidente, vuelve a mostrarse pusilánime y cobarde».

Dada la ambivalencia, ¿a quién mentía Franco y con quién se sinceraba? Pregunta difícil de responder; forma parte de su personalidad camaleónica. Lo cierto es que, en principio, los alemanes creyeron que Franco se había desmarcado de la Iglesia, pero se sorprendieron el 3 de mayo de 1938 al restablecerse la Compañía de Jesús. Cuando el embajador alemán Von Stohrer tuvo noticia de que estaba a punto de salir aquel decreto, pidió ser urgentemente recibido por el Caudillo para manifestarle que tal medida «sería considerada reaccionaria y contraria a la política en la que se suponía que Hitler y Franco estaban de acuerdo». Franco reaccionó ordenando la inmediata publicación del decreto. El extenso informe de Von Stohrer a la Wilhellmstrasse, a raíz de este hecho, comentaba que Franco había sabido ganarse a todos los partidos nacionalistas (falangistas y tradicionalistas), pero sin dejar que ninguno de ellos llegara a ser demasiado poderoso preservando así su autoridad personal. Tal como reflejan los documentos de la German Foreign Policy (Londres, 1951), para Von Stohrer, según qué partido, podías oír que Franco «se ha vendido completamente a la reacción», o que «Franco era puro monárquico», o que «Franco está completamente bajo el influjo de la Iglesia». Y que, dada esta heterogénea proclividad, no es nada fácil hacerse una opinión objetiva sobre la solidez efectiva de los vínculos que unían a Franco con cada una de estas fuerzas.

Cuando era evidente que Alemania perdía la guerra, Franco se inventó la frontera de las ‘3 guerras’: la de Alemania contra la URSS, en la que España estaba del lado alemán; la de Alemania contra las potencias occidentales, en la que se mantenía neutral; y la de éstas contra Japón, en la que España se ponía del lado norteamericano y británico.

Estos mil rostros de Franco son los que le permitieron encumbrarse hasta el poder absoluto y perpetuo. A Kindelán le hizo creer que era monárquico, a Yagüe que era falangista y a Mola que era republicano. Sólo Cabanellas sabía el mucho rostro de su excelencia superlativa dada la concurrencia de ambos en Marruecos. Por declararlo abiertamente, así le lució el pelo.
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