11/10/2019
 Actualizado a 11/10/2019
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Nunca he estado en Catar. Debo de ser de los únicos periodistas deportivos de la ciudad que no lo ha hecho. Sin embargo, siento una extraña vinculación con un país lo demasiado lejos como para no interesarme lo más mínimo y lo demasiado cerca como para poder meterse en mi día a día.

Recuerdo perfectamente aquella mañana de julio de 2015 en la que el asfalto quemaba y la curiosidad por saber qué iba a pasar con la Cultural bastante más. Después de georgianos, pakistanís e italianos, reconozco que cuando oí por primera vez el nombre de Aspire y de Catar la ilusión no fue la sensación que acompañó la reacción.

Salí del Reino, leí, pregunté y un amigo que sí era consciente de lo que ocurría me dijo: «Jorge, os ha tocado la lotería». Hoy, cuatro años después, sigue sin haberme tocado la lotería, pero estoy convencido de que sin duda sí que le tocó a la Cultural.

Porque la mejor forma de creer es viendo y los hechos que se han venido sucediendo más allá del éxito deportivo y que esta misma semana han dado otro paso más sin duda dan la razón a los que creen que el club y la ciudad deben sentirse afortunados por esta vinculación en contra de agoreros que nos hacen disfrutar como siempre de la hemeroteca.

A buen seguro Catar no sea ejemplo de nada, pero no me deja de sorprender que los adalides de las libertades a 7000 kilómetros sean en muchos casos los que las quieren recortar en su propio país. Lo que sí tengo claro es que ese estado del que solo sabemos lo que nos cuentan ha hecho más por esta vieja ciudad que se resiste a morir que otras instituciones mucho más cercanas, a las que se les llena la boca a favor de esta tierra y que parece únicamente remar en contra de ella. De bien nacido es ser agradecido.
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