Cataluña y los pactos postelectorales centran el primer debate a cuatro

Iglesias logró sembrar la duda sobre un posible pacto entre PSOE y Cs

ABC.es
23/04/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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En el debate entre los cuatro candidatos de los principales partidos a la Presidencia del Gobierno, el conflicto territorial en Cataluña ha copado buena parte del tiempo. También ha sido este el tema que ha provocado los intercambios más tensos entre los líderes políticos. Casado y Rivera han acorralado a Sánchez por momentos, quien ha evitado pronunciarse acerca del indulto a los políticos presos o posibles pactos con las fuerzas independentistas.

En sus intervenciones finales, los candidatos han pedido el voto al electorado resaltando los principales puntos de sus programas.

El jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, era el líder que más arriesgaba por la ventaja política que le atribuyen las encuestas y ya desde su primera intervención dejó ver un cierto nerviosismo y un mayor encorsetamiento que le dejaron sin capacidad de reacción frente a los ataques más que previsibles de sus adversarios. Tan centrado estaba en evitar un error que pudiera dar la vuelta a las encuestas que no atinó ni siquiera a contestar el golpe más doloroso que le lanzó su socio de gobierno. «Diga que si no es por los de Podemos no hubieran subido el salario mínimo», le apretó Pablo Iglesias.

En lugar de responder, el presidente tiró de monólogo aprendido y le replicó con promesas sobre economía verde. Su oratoria aún quedó más evidencia cuando empezó a leer, papel en mano, las medidas aprobadas por su propio gabinete en los viernes sociales. Para rematar, otro error de libro. Fueron más las medallas que se colocó por las decisiones adoptadas en los últimos diez meses, que las propuestas que adelantó para el caso de que logre formar gobierno. Si en algo coincidieron sus tres contrincantes fue en soltar su cascada de promesas de actuación en todos y cada uno de los bloques. Ya cuando el debate empezaba a rozar el ecuador, el presidente pareció despertar pero para utilizar una estrategia faltona de interrupciones frecuentes a los presidentes del PP, Pablo Casado, y Ciudadanos, Albert Rivera, a los que acusó, una y otra vez, de mentir. Una recriminación que estos le devolvieron el mismo número de veces.


La foto de Colón

En este escenario, a Casado y Rivera les resultó fácil arrinconar a Sánchez en la única pregunta que era evidente que le formularían. ¿Indultará a los líderes independentistas? El presidente intentó zafarse aludiendo a la falta de sentencia. Una estrategia que resultó completamente ineficaz puesto que al no negar la posibilidad, mantuvo vivo un posible perdón a los cabecillas del referéndum ilegal.

En este bloque, el más temido por el PSOE, el presidente lo jugó todo a negar con ahínco una consulta de independencia en Cataluña, pero no logró disipar su principal lastre: la sombra del pacto con el separatismo. Rivera lo subrayó con efectismo colocando en su atril la foto de Sánchez y Torra.

La ausencia de Vox hizo, además, un flaco favor al presidente. El líder del PP optó por un tono presidencialista y moderado que a ratos resultó incluso demasiado comedido, pero que dificultó a Sánchez agitar el miedo a «las tres derechas de la foto de Colón». El presidente, que aspira a movilizar al votante de la izquierda presentándose como dique frente a Vox, fue el único que mencionó al partido de Santiago Abascal. La prueba de que el debate acabó con un mal resultado para Sánchez fue su huida literal de TVE al terminar el debate. Mientras Casado, Rivera e Iglesias atendieron a los medios de comunicación después de la confrontación, Sánchez no se paró a realizar comentarios y envió al vicesecretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos. Paró después, eso sí, en Ferraz para hablar con los periodistas que cubren la información socialista.

Casado, por su parte, aprovechó la oportunidad de oro que le brindó el debate para presentarse como única alternativa creíble a la derecha. «En mis mítines no me preguntan con quien voy a pactar señor Rivera», atizó al presidente de Ciudadanos en alusión a su pacto con Sánchez tras las elecciones de 2015. El líder del PP, sin papeles una vez más, combinó esta imagen de único remedio contra Sánchez con la colocación de su retahíla de promesas electorales. Dibujó la mayor reforma fiscal jamás realizada para aliviar los bolsillos de las familias, crear riqueza y empleo. Su plan sonó más completo que el de Rivera, que centró sus propuestas en los autónomos, e Iglesias , que insistió en reclamar a los bancos los 60.000 millones prestados. Pero le restó viveza frente al presidente de Ciudadanos que ganó en dureza, acidez y espontaneidad. Siguiendo su estrategia de presentarse como alternativa al bipartidismo, Rivera fue el más combativo y repartió críticas tanto a Sánchez como a Casado, con el mismo nivel de fiereza. Tanto, que el presidente del PP acabó advirtiéndole que sus electores no entenderían semejante hostilidad.

Como un verso libre quedó Pablo Iglesias, no solo por su aspecto -el único en mangas de camisa- sino por su mensaje, centrado en que la Constitución no se cumple. Recitó una y otra vez artículos de la Carta Magna para acabar cayendo en la contradicción de criticar a Casado por pedir la aplicación del artículo 155 en Cataluña.

Iglesias procuró marcar distancias con Sánchez y también él logró arrinconarle. En su caso, apretando con un posible pacto entre PSOE y Ciudadanos. Desde esta idea pidió el voto como única garantía de que el próximo gobierno adopte medidas sociales. Sánchez se lo puso fácil al no negar esta posibilidad y acusar a Cs de establecer «un cordón sanitario al PSOE». El minuto de oro final no alteró el balance. Sánchez, el que tenía más que perder, fue el que más acabó perdiendo, con Rivera utilizando el silencio del plató como metáfora de las complicidades de Sánchez y el separatismo.
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