Catálogo de sueños rotos II

"Pintó, dibujó, escribió cada minuto, con desesperación, porque aún joven veía acercarse la muerte tantas veces anunciada de hospital en hospital"

Casimiro Martínferre
21/06/2015
 Actualizado a 18/09/2019
Catálogo de sueños rotos II. | CASIMIRO MARTÍNFERRE
Catálogo de sueños rotos II. | CASIMIRO MARTÍNFERRE
En el pueblo, más que en la capital,resaltan mejor los extremos del catálogo de sueños rotos, por su constreñido radio de acción. Los sueños rotos de tantos artistas. El arte, neta patria de ilusos. Esa rara sustancia de seducción llamada arte, mixtura volátil con que el hombre pretende ungir su alma para hacerla inmortal.

Un ejemplo de civismo, un dechado de bonhomía, un caballero. Persona culta, solía pasear de punta en blanco con un transistor que daba las noticias en inglés. Señor feudal, vivía de rentas, dedicaba las horas a la ilustración, a preparar el ánima para entregársela pulcra a Dios. También fomentaba la beneficencia, quizás mortificado porque su fortuna provenía precisamente del robo a la obra de Dios. Era el señorito del pueblo. Le recuerdo desanimando al chaval que empezaba a exponer, a quien nunca enseñó nada, sugiriéndole desmantelara las ilusiones. El arte no se forja mediante cheques en blanco, el prócer muy en silencio asumió el fracaso. No conseguía pegada más allá de lo local. En verdad nunca respetó su propia obra, por ahorrarse el marco la pinchaba a la pared con cuatro chinchetas. Ausencia de facultades, falta de ideas,dejarse arrastrar por las tendencias. Sin otra opción, decidió echarse en brazos de la filantropía. Proclamó los cánones del amateur, por amor al trabajo, sin intereses pecuniarios, sin afán de lucro, el sucio dinero corrompía toda belleza. Al fin esos postulados resultaron postizos, histrionismo. Gracias a enjuagues políticos le endosó el mediocre archivo al ministerio, embolsando 120.000 euros de vellón. Regalarlo hubiera sido un honroso gesto consecuente con lo que predicaba. Cuanto más tienes más quieres, lo de menos eran las musas.

Punta opuesta. Hasta que descubrió la pintura, la estrella negra fue su guía, en todas direcciones lo condujo por caminos de dolor. En lo cotidiano penuria, malos tratos del padre hacia él y hacia la madre, después el abandono. Siendo niño un vagónle aplastó el vientre, ya para los restos hubo de gastar muletas. Empezó a pintar muy tarde, de adulto, hallando un espléndido universo, un impulso vital que jamás traicionaría. Escasos medios, pocos conocimientos, en cambio vocación, talento. Miedo a estudiar la obra de los grandes,por temor a la influencia. Sin posibles para comprar los materiales que se suponen inherentes a la creación, utilizaba lo más a mano. A falta de lienzo, cartón; sin folio, papel de estraza; en lugar de acuarela, barro del camino. Quería a toda costa seguir sus corazonadas, preservarlas, explotar el propio caladero. Comprendió que estaba en un error, necesitaba recuperar el tiempo perdido devorando conceptos que le ampliaran la percepción del mundo. Nunca se doblegó a las normas, rebelde, en todo momento obedeció al instinto. Pintó, dibujó, escribió cada minuto, con desesperación, porque aún joven veía acercarse la muerte tantas veces anunciada de hospital en hospital. Si la madre a diario suplicaba clemencia divina, él renegaba de Dios, si acaso le pedía cuentas de crueldad. Hasta en el descanso eterno faltó suerte, yendo a parar el ateo al camposanto. En vida apenas le reconocieron ni valoraron, muerto lo sepultaron en olvido. Su compañera peleó hasta la extenuación contra la injusticia. Sola, la carpeta bajo el brazo, peregrinó durante décadas a través de galerías, museos, instituciones, para rescatarle la dignidad, reconstruirle un merecido prestigio. Sigue en la brecha.

Bembibre, junio de 2010

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