Carrera hasta el respeto

28/04/2020
 Actualizado a 28/04/2020
Guardar
Con fina locura nos ha dejado desnudos en menos de dos meses ese todopoderoso coronado que siempre exige reverencias a su paso. El miedo hace leyes que solo a él se le permiten y esta vez ha tenido un antojo descabellado. Recluirnos en casa hasta que esta nos sepulte bajo sus barrotes invisibles. Restarnos cualquier capacidad de movimiento si no queremos una inyección doble de su dogma que llega a sentencias de rasurarnos bajo la guadaña si no rendimos debida obediencia al alocado inmortal. Y nos ha retratado en un sinfín de descarados odios que no costó mucho tiempo sacar a la luz. Dejar de la mano a la sociedad es una guerra. Solo hay que mirar a los balcones plagados de chivatos al acecho o a los que insultan a los sanitarios – los mismos que los aplauden a las ocho -por formar parte de su vecindad. En estos dos meses he escuchado como tildan con adjetivos indescriptibles a los que tenían por hábito salir a correr. Lo han querido hacer durante un encierro que tal vez no sabían qué relación tenía con sus piernas y eso les ha costado más de un disgusto y, de nuevo, los aplausos de los que leen en los renglones vacíos de las normas su propia ideología. Se ha tratado a los corredores como los caprichosos niños de mamá que no soportan estar sin su osito de peluche. Como si salir a correr fuera subirse a la mejor montaña rusa de Disneyland París. Yo corría, hace 43 días, y lo hacía con ganas, muchas, con la intención de buscar el equilibrio, de conseguir un paso más cada día…pero jamás con la facilidad de pagar el billete en los caballitos de feria. Correr cuesta, aunque devuelve su precio colocando la cabeza en su sitio, pero tal vez eso no lo saben quienes hablan tras el cristal, a los que una carrerita seguro que les enseñaba a no tocar de oído y a abrir las puertas a un nuevo tiempo de conocer convivir y respetar,que ya es hora leñe.
Lo más leído