13/07/2021
 Actualizado a 13/07/2021
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En el bar había pincho especial. Una vez a la semana, Juanjo repite menú, no siempre coinciden los mismos días, como un juego consciente con el cliente para inyectar una dosis de misterio en el ritual de la toma compartida. Pero ahora el pincho se repite solo, regurgitado, convertido en un irreverente erupto sonoro que las conversaciones coronan sin cadencia, desordenados, sin pensar. Alguien ha dicho que reducir el consumo de carne es más saludable. Y el pincho es de ternera, sin oportunismos ni intencionalidades, hasta que el bromista de los bautismos lo llama delicia de Garzón. Y ahí se reconduce la manada hacia el consejo comprometido. Que la OMS lleve años apuntándolo o que incluso los ganaderos hablen de sobreexplotaciónpara apurar el producto no le deben dar alas a un político a exponer una realidad que hay quien se lleva a su propio paladar. El molesto que más grita es el mismo que perdió a su padre por un cáncer de esos que trajo «la mala suerte». No es capaz de concatenar argumentarios. Ni él ni ninguno de sus contertulios que solo abrazan la recuperación de la guillotina política para tipos que hablan de lo que la ciencia expone. Meterse con el menú es tocar hueso. Porque es como hablar de fútbol, no hay quien no sea entendido.También llegó esto del Covid por un simulacro del infierno. Nada que ver con un cambio climático que cuece a los mejillones en el mar de Canadá, ahogados en un calor insoportable que viene de…una querencia del cielo desnortado. Hasta el tabaco y el cáncer no se encuentran más que en la casualidad. Porque a uno de los del grupo de charlatanes, el médico le ha recomendado que lo deje, pero lo hizo con un paquete de Camel en el bolsillo y así no se hacen las cosas, vender teoría y comprar práctica… Que se joda el médico que yo sigo fumando. Casi es textual la frase, aunque el que se joda no sé si iba aquí o en la degustación de la ternerita direccionado al ministro de Consumo.
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