Carmen no necesita castañuelas

El escenógrafo Barrie Kosky despoja la ópera de Bizet de toda ambientación andaluza. Este martes los cines Van Gogh la retransmiten en directo desde la Royal Opera House de Londres

Javier Heras
06/03/2018
 Actualizado a 17/09/2019
Imagen promocional de la representación de 'Carmen'.
Imagen promocional de la representación de 'Carmen'.
¿Es posible renovar un clásico que conocemos de memoria? La Royal Opera House, que ha acogido más de 500 funciones de ‘Carmen’, debió de hacerse esa pregunta. Y acudió a Barrie Kosky. El escenógrafo australiano, uno de los más solicitados y transgresores de la actualidad, opta por alejarse de la España del siglo XIX y de los elementos a los que siempre asociamos la obra de Bizet: el sol de Andalucía, las corridas de toros, las castañuelas, la fábrica de cigarros.

Su producción, desnuda y abstracta pero espectacular, apuesta por un vestuario monocromo (salvo en el caso de la protagonista, andrógina a lo Marlene Dietrich) y por un único decorado: una gran escalinata. Por ella suben y bajan los cantantes y el coro, al que demanda no solo que cante, sino también que baile. Pero no seguidillas ni sevillanas, sino pasos de cabaret, de charleston o coreografías de su colaborador Otto Pichler que recuerdan a Pina Bausch y a Bob Fosse. Este martes a las 19:45 los cines Van Gogh de la capital retransmitirá en directo desde Londres esta ‘opéra-comique’ en cuatro actos, con la mezzo rusa Anna Goryachova, el tenor Francesco Meli y la batuta del joven checo Jakub Hrusa (1981), director de la Philarmonia Orchestra y la Sinfónica de Bamberg.

El nombre de Barrie Kosky no resulta tan familiar para el público como los de Claus Guth o La Fura dels Baus, pero este director de escena tiene en su haber unos cuantos hitos: premio a mejor compañía europea de 2015 para la Ópera Cómica de Berlín, que comanda desde 2012; premio Olivier por su ‘Castor y Polux’, de Rameau, para la English National Opera; galardones de la revista Opernwelt y los International Opera Awards; éxito de crítica en Glyndebourne o Munich; y, atención, primer judío en dirigir una producción en el festival wagneriano de Bayreuth, el pasado verano con ‘Los maestros cantores’. Al Teatro Real llevó una imaginativa ‘Flauta mágica’, y en Covent Garden debutó hace año y medio con ‘La nariz’, sátira de Shostakovich.

De aquel título casi desconocido salta al otro extremo: la ópera más famosa de todas, perfecta para iniciarse gracias a su argumento entretenido y a unas melodías extraordinariamente pegadizas (¿quién no sabría tararear ‘Toreador’?). El libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy se basa en la novela homónima del trotamundos Prosper Mérimée, publicada por entregas en 1845 en la revista Revue des Deux Mondes y basada en sus impresiones de un viaje por España. A diferencia del escritor, Georges Bizet nunca pisó nuestro país. Y sin embargo captó en su partitura el aroma andaluz, si bien el refinamiento de la orquesta es puramente francés.

‘Carmen’ lo tiene todo: una música imperecedera, una heroína carismática (arquetipo de la libertad femenina, como Don Giovanni de la masculina), un argumento realista que equilibra la ligereza y la amargura, grandes momentos corales, bailes, números cerrados que van de lo humorístico a lo trágico… por desgracia, el compositor (1838-1875) no conoció la gloria. Murió a los 37 años de una angina de pecho, poco después del tibio estreno en la Ópera Cómica de París, sin intuir que su canto de cisne, como pronosticó Chaikovski, se convertiría en la ópera más popular del mundo solo diez años más tarde. El mismísimo Brahms dijo que «iría hasta el fin del mundo a abrazar a Bizet».
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