Carmelo Gómez: "La obra es una constante invocación a lo emocional"

El actor leonés regresa este jueves al Auditorio con la obra ‘Todas las noches de un día’, donde comparte escenario con Ana Torrent

Emilio L. Castellanos
24/10/2018
 Actualizado a 16/09/2019
Ana Torrent y Carmelo Gómez son dos personajes marcados por su dependencia emocional en la pieza teatral ‘Todas las noches de un día’.
Ana Torrent y Carmelo Gómez son dos personajes marcados por su dependencia emocional en la pieza teatral ‘Todas las noches de un día’.
Carmelo Gómez se reencuentra este jueves (21 horas, entradas a 20 €) con uno de sus escenarios más queridos, el del Auditorio ‘Ciudad de León’. Se lo conoce al dedillo y sobre sus tablas ha representado algunos de sus espectáculos más reputados. «De esta tierra soy y en esta tierra me gusta estar», comenta orgulloso el prestigioso actor de Sahagún, quien el pasado fin de semana visitaba La Bañeza, junto a Ana Torrent, con su último trabajo teatral, ‘Todas las noches de un día’, la obra del dramaturgo andaluz Alberto Conejero con la que también rendirá visita a la capital leonesa. El lenguaje del que hace uso, donde su alto valor poético se pone al servicio de una trama teatral, constituyó uno de los reclamos para que Carmelo se decantara por la pieza de Conejero, referencia imprescindible del teatro español más contemporáneo y nombre de privilegio dentro de las nuevas generaciones de autores teatrales (su pieza ‘La piedra oscura’ es ya un título incuestionable de la escena nacional reciente), para proseguir su recorrido teatral. «Ese lenguaje conecta directamente con el mundo de los personajes. Ellos se están hablando continuamente, se están atrayendo al escenario, para que, eso creo yo, sea el espectador quien realmente componga la pieza. Esta dispone de un lenguaje deconstruido que poco a poco se va formando en la cabeza de los espectadores». Además del lenguaje empleado, el intérprete leonés se sintió atraído por los dos personajes que pueblan la acción: un hombre que cuida de un viejo jardín provisto de invernadero y la dueña de la casa de la que hace tiempo no se sabe nada y por la que pregunta la policía, detonante inicial de la obra. «Entre los dos hay tanto tiempo de convivencia juntos que se han llegado a establecer lazos que hoy podríamos denominar de amor, pero que realmente son de dependencia emocional, que colocan a estas dos almas en un lugar muy especial, de paz, de sosiego y casi de rito, para hacer una reflexión sobre las pequeñas cosas de la vida, esas cosas por las que merece la pena vivir y no por el ruido, la competitividad, la tendencia a las luchas falsas y esas mandangas que no has traído esta democracia falsa y que no has convertido en rehenes de todo ello».

El teatro de Alberto Conejero ahonda en las certezas, las contradicciones y las sombras del ser humano. ‘Todas las noches de un día’, dirigida por Luis Luque, también lo hace inundando, por ello, de una densidad emocional toda la propuesta. Los actores, función tras función, han de atraparla y compartirla con los espectadores. Carmelo Gómez repite continuamente la palabra ‘emoción’ para caracterizar la realidad de la obra. «El reto más grande consiste en tener y contener ese mundo emocional que hay ahí para ir administrándolo poco a poco. La función, desde que empieza hasta que acaba, va ganando en intensidad emocional. Para nosotros los actores supone una enorme exigencia y no puedes subirte al escenario buscando excusas. No puedes permitirte ni un momento de respiro ya que toda la fuerza de la función reside en la emoción. Es una constante invocación a lo emocional, a los recuerdos, a los seres queridos que se fueron y a los que están, a los imaginados… Evidentemente, yo llevo hecha desde hace tiempo una gimnasia que me ayuda pero no siempre es fácil mantenerla a diario. Y ahí es donde se encuentra el reto del teatro. El teatro, aunque esté mal pagado, es lo más difícil del mundo pero al mismo tiempo creo que es eso precisamente lo que lo hace grande».

El público es el destinatario de toda función teatral, algo que se olvida en muchas ocasiones, y en el caso de la obra de Conejero este encuentra en la palabra el medio para acceder a las imágenes que aquella sugiere. «El poder de llamada que tiene el propio lenguaje trae imágenes a este lugar de rito que es el invernadero. También en el silencio hay una cantidad enorme de información. Además, los actores han de disponer de una memoria sensorial y emocional para volcarla en la obra. En mi caso, siempre he sido un actor muy implicado. El actor está en el mundo y, como al poeta, le duele. El actor ha de ser transmisor de las grandes contradicciones sin tomar partido por ninguna, ser capaz de invocarlas para que todos los caminos que lleguen y no a puerto sean igual de queridos y poder hacer una reflexión sobre todo eso, que al fin y al cabo es la vida misma. Como actor tiro de toda mi memoria sensorial y emocional y de toda mi rabia, también de mi gusto por la vida. En el escenario no sé qué va a pasar y eso es lo que debe ser un actor». Carmelo Gómez califica ‘Todas las noches de un día’ como ‘thriller’ emocional porque «poco a poco se va construyendo la función y sólo al final se sabe qué pasa». Ana Torrent no siempre tuvo el mismo punto de vista que Carmelo pero eso no fue precisamente un obstáculo para construir la pieza. Al contrario. «Entre los dos tuvimos que hablar mucho para al final no llegar a ninguna conclusión, que es lo esencial».El espectador, en el caso de este espectáculo, ha de adoptar una actitud en absoluto pasiva frente a la acción teatral y movilizarse emocionalmente para dejarse mecer por lo que se le muestra y se le cuenta. «Hay exigencia para ellos, no sólo para nosotros los actores. El público que viene a vernos ha de tener ese chip de escuchar y dejarse llevar. La función va como una apisonadora y cuando te quieres dar cuenta ya estás dentro de ella pero has de tener la resistencia para descubrir sus claves». Recuerda Carmelo que la puesta en escena no se guía por pautas habituales. «Tiene una estructura basada en la deconstrucción del lenguaje y sobre ella se juega con los presentes, los pasados… Muchas veces no se sabe en qué momento nos encontramos pero da igual porque en el fondo se está deconstruyendo la historia desde esa ruptura. La función empieza a ir bien cuando sientes que el público está con nosotros y nos acompaña. La función es el público, como todo buen teatro».El teatro es, para Carmelo Gómez, «la proximidad con el público». «Cuando estás ahí pueden pasarte cosas que jamás te pasarían frente a una fría cámara», añade el leonés, quien, aun reconociendo el poder de las imágenes, no acaba de encontrarse ahora mismo a gusto en el medio audiovisual, donde tantos éxitos ha cosechado. «La televisión ya no retrata los colores de la naturaleza. Está retratando no sé qué pero ya no tiene esa belleza la imagen porque no busca el milagro. El teatro todavía sigue ahí y como no le importa a casi nadie te permite hacer lo que te da la gana. Y lo que le da la gana a un artista creo que es realmente lo que merece la pena». Se confiesa optimista «con todo lo que tiene que ver con mi oficio porque me apasiona» pero se siente muy incómodo con aspectos relacionados con la realidad social y política. «Hemos construido una democracia falsa y vamos todos como pollos descabezados. No sabemos qué nos pasa. Estamos muy equivocados. Con respecto al tema cultural muchos políticos que nos han gobernado lo han convertido en un producto de desecho que no sirve para nada. Es muy peligroso hablar, de ahí que se les ponga una venda en la boca a los que lo hacen».

Carmelo Gómez anunció hace tiempo que no volvería al cine (y por extensión a la televisión). Lo matiza. «Estoy muy cómodo y tranquilo con mi función. Me dedico a ella en cuerpo y alma y no quiero meterme en otras cosas sólo para engrosarme una cuenta bancaria. No me apetece volver al cine en este momento pero si un día aparece un Rey Lear, un Quijiote o un Hernán Cortés, personajes grandes e inmensos, un proyecto que sea bonito y que estuviera bien escrito, lo haría en cine o en televisión. Pero sólo eso. No como idea de volver al cine. No quiero estar en esta maquinaria leyendo guiones que no voy a hacer. Seamos claros, tampoco me quieren». Y su queja se alarga. «En mis últimos años en televisión comprobé que lo artístico estaba muy mal tratado. Además, ya no es cine esto. Todo está al servicio de las teles y eso se produjo cuando los políticos decidieron que ya no se subvencionaba más la cultura. Las teles tienen entretenida a la gente, pero lo que hacemos no tiene nada que ver con el entretenimiento. Nosotros no entretenemos. Tenemos o retenemos. Mucha gente sobrabámos y nos han echado. Soy un expulsado. Me siento un expulsado porque tengo ideas propias y las expreso».
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