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Capital de luminarias (para Fermín López Costero)

02/03/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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La literatura u otredad de toda laya conformaron su vida de escaso armonioso acuerdo los últimos seis años.

En silencio, pero nunca desapercibido, pasaba, incluso, al lado de los más despistados. Acorralado por la laboriosidad nunca conoció ni siquiera un día muelle. Su corazón era una capital de luminarias hasta entrar para siempre en la oscuridad final protegido por los enseñoreados cipreses cementeriales cacabelenses, a escasa distancia de Castro Ventosa, territorio en vigilancia por un flujo que potencia el mundo con su esencia misteriosa aún sin sellar, algunos heridos por rayos impíos hace poco, y sin que nadie le llamase extranjero porque su propia madre llevaba tiempo aguardándole con su mano protectora en tan pacífico y mortal territorio.

A Fermín López Costero, quien creía en su cuerpo, siempre, más aún que muchos médicos, previo a abandonar o romperse en la reata de la enfermedad me acercaron de manera especial sus primeros pasos hospitalarios leoneses. Desde entonces increpé a ese cuerpo que le fue infiel tanto como la palabra hola tras el triunfante acecho mortal. Fermín, digo, las piedras, Fermín, el teatro, el farero, los irmandiños, la fatalidad, la lluvia, las manzanas, el río Cúa afilando cada verano su descenso bajo el puente donde te imagino con Jorge, mi futbolista preferido, desgranando ilusiones. Fermín, digo, recuerdo ahora, sin una sonrisa en flor, nuestro viaje en febrero del año 2017 a Lugo para recitar ambos en la librería O Gato Neghro y la posterior paseata, junto con el poeta, común amigo, Miguel Ángel Curiel, por quien fuimos invitados a tan poético acto, la cual nos permitió fotografiarnos con pasajero afecto junto a la urbana escultura del poeta y cronista lucense Anxel Fole.

Y aunque el calendario político no está nada bien despejado, lo conoces, y me siento sin palabras puedo aseverar, querido poeta, que hemos sido muchos quienes hemos comentado que no podías irte así. Muchos que para llorar, con rumbo o sin él, no importa, espantamos la emoción volandera de las viñas y el aterrizaje menudo de los pardales. En fin, muchacho ganado por el sufrimiento mas nunca por el olvido, sabe que aquí, en lo cercano, hay quien a diario escribe WhatsApps con llanto. Que entre hablar o callar se baja el telón indebidamente. Ojalá un "manotazo líquido y tremebundo" permanezca una eternidad o casi, sobre todo cuando el sol deposite sus ojeras en las piedras monacales, no obstante Carracedo dude con frecuencia si sostener la niebla un poco más este invierno y que aparezcan fantasmas charlatanamente mortales en zapatillas durante la noche, sobre todo en desvanes o bodegas.

Como tú estoy convencida de que "La costumbre de ser lluvia que empapa de melancolía / el vuelo de las golondrinas. / La costumbre de llevar en la memoria una luz amarilla / que tilila en otra ventana" rechaza todo ritmo siniestro.

Geminados los deseos que brotan en viernes procedentes de un dolor infinito. Siéntete orgulloso con toda tu alma. ¡Hasta siempre!
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