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Capillos arriba

28/03/2022
 Actualizado a 28/03/2022
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Resulta, todo en relación con la sucesión de medidas que se han ido tomando todo este tiempo dando bandazos de lo en teoría sanitario a lo ideológico pasando por lo político y en función de cada territorio –o del caudillo territorial que a uno le tocara en suerte–, que a partir de hoy el virus chino éste que ha cumplido dos años pasa a ser oficialmente como «una gripe» más. Ojo, hoy sí, pero hace quince días no y dentro de un mes tampoco.

Un nuevo capítulo de lo absurdo que está siendo ya todo esto es que a partir de esta semana aunque uno tenga el virus, no sé si comprobado con medios clínicos o con test de bazar asiático, debe ir a trabajar y no se hace cuarentena porque esto ya es igual que la gripe de toda la vida, un catarro o unas molestas anginas que se curan en una semana sin nada o en siete días con remedios de botica, como dice el saber popular.

Damos por hecho, pues, que ya no anda el virus suelto por ahí tan desbocado como en Navidad y por eso se levantan restricciones. Que la mascarilla en interiores llegará en cuatro días nada más que en Moncloa necesiten un golpe de efecto en el pueblo llano para que el pueblo llano no ponga tanto empeño en la factura de la luz, del gas, en el precio del carro de la compra o la gasolinera.

Pero se acerca la Semana Santa y a alguno se le ocurre aconsejar, porque en las calles no se puede obligar, a usar mascarilla para las procesiones. Supongo que al que se le ocurrió esto nunca ha estado cuatro o cinco horas debajo de un paso con el capillo puesto y ya estoy viendo a más de un jefe de paso –seise que llaman en la capital– ordenando el «capillos arriba» cuatro veces a lo largo de la procesión para ver quién incumple la medida.

Y luego están los fieles, devotos o simples espectadores, que desde la acera no sabrán qué hacer ni si solo será obligatoria la mascarilla cuando pasen los hermanos de fila pero cuando llega el Cristo o la Virgen te la puedes quitar, porque no dar la cara es tan irrespetuoso como hacerlo con un sombrero o gafas de sol, o si con la banda será obligatorio –porque los músicos de viento no la llevan y los de percusión sí– pero si pasa el monaguillo con el incienso te la puedes quitar para percibir su olor, que purifica.
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