Fue la matanza, el sanmartino o como se quiera llamar en cada comarca una de las ‘fiestas’ más entrañables y recordadas de nuestros pueblos. Una celebración presente en todos los hogares pues en todas las casas se arreglaban para criar un cerdo, como se pudiera, y se convertía la matanza en la fiesta de llenar la despensa para unos cuantos meses, la base de la alimentación de tantas y tantas familias. «Entonces nadie sabía lo que era el colesterol, lo que sí sabíamos es lo que era el hambre», decía Ricardo, un centenario ancarés afincado en las tierras del Torío, a las que llegó como teitador. Y que añadía con su habitual buen humor: «¿Tú has mirado lo que te mandé».
Lo que me había mandado era comprobar que la familia del médico de cabecera no tuviera una pescadería, pues no le entraba en la cabeza «la obsesión de los médicos» por quitarle de comer cerdo.
Hoy la matanza es absolutamente residual. Las cifras de cada año lo dicen todo. No sólo «la obsesión» de los médicos, que diría Ricardo, pero han cambiado las formas de vida y alimentación, casi nadie cuida cerdos, realizar la matanza en casa ya requiere muchos requisitos que complican más la celebración de este ‘rito’, hasta el punto de haberse convertido en muchos casos en el plato fuerte de muchas celebraciones de ferias, como este sábado mismo ocurría en Puebla de Lillo.
Allí, en Lillo, se homenajeó a un representante de un oficio en trance de desaparecer, el matarife, pero hay otro ‘anterior’ —por decirlo de alguna manera— ya desaparecido, vinculado a la misma celebración pero realizado unos meses antes: los capadores, que muchas veces se han bautizado como los cirujanos de cubil o cirujanos de la dehesa, reconociendo en esa comparación con el cirujano la maestría necesaria para ejercer este oficio que en la actualidad ya está en manos de profesionales de la Veterinaria, con todas las garantías.
Se va perdiendo en la memoria de los tiempos el oficio antiguo, pero aún permanecen en los recuerdos, en las conversaciones, los nombres de los capadores de cada comarca, incluso de los pueblos y así, por ejemplo, en Naredo de Fenar aún suelen definirse con orgullo como ‘el pueblo de los capadores’, nombre que mantienen en la actualidad en la página web de una asociación de este pueblo del municipio de Matallana de Torío, en el Valle de Fenar, donde escriben. «Naredo fue pueblo de tradición de capadores pues que se recuerde hubo dos hermanos: Antonio Laiz y Avelino Laiz que se dedicaban a este menester. Antonio se casó en Naredo y tuvo siete hijos, cuatro mujeres y tres hombres, y uno de estos varones, Donino Laiz, más conocido como «Ninón» (por lo alto que era, foto adjunta), también se dedicó a este oficio, que alternaba con su trabajo en la mina; una de las mujeres, Dionisia Laiz, se casó con Gerardo Barrio, que también fue capador. Los siete hijos de Antonio Laiz se casaron y vivieron todos ellos en el pueblo de Naredo; así la descendencia de esta familia fue tan numerosa que una gran parte de los habitantes de Naredo aun llevan el sobrenombre de los capadores».
Y es curioso, aunque lógico, como estas familias de capadores extendieron el oficio a otros lugares. «Avelino Laiz se casó en La Valcueva y un yerno suyo también siguió el oficio de capador, por eso en La Valcueva también hay muchos ‘alias’ capadores».
Ya hace un par de décadas, en la desaparecida La Crónica, pude hablar con las familias de estos capadores de Naredo y pueblos cercanos que recordaban cómo ejercían este oficio cargado de singularidades, pues nunca fueron numerosos los que lo practicaban, según se deduce de los lugares por los que se movían: «Capaban por toda la montaña, y llegaban hasta por debajo de Mansilla de las Mulas, a la zona esa de Matallana de Valmadrigal, y también pasaban para Asturias, en los concejos que lindan con León, en el Valle de Aller, Lena y por ahí». Dado que las matanzas eran en estas fechas cercanas a San Martín también las épocas de castrar a los cerdos se concentraban en unas semanas. «Cuando llegaba la primavera se pasaban semanas enteras fuera de casa, iban capando de pueblo en pueblo y se quedaban a dormir; más bien no les dejaban marchar pues eran muy buscados en todas partes». Son recuerdos de Avelino García Laiz, nieto del aludido Avelino Laiz.
- ¿Era pura maña?
- Tenía mucho de maña, pero también pasaba de padres a hijos, mi abuelo enseño a mi padre y a mis tíos;y a él le había enseñado mi padre. Ami me gustaba ir con ellos, pero no me dio por el oficio.
- ¿Cómo lo hacían?
- Ahora tienen mucho material quirúrgico;entonces se arreglaban usando un dedo de la mano derecha y una cuchilla... y mucha habilidad.
Hubo otros recordados capadores. Así, muy cerca de los dominios de los Laiz fue capador, por el Curueño, Germán Morán, quien aprendió —recibió la cuchilla de capador— de otro vecino al que se la había pasado el tío Joselón, de La Matica (La Mata de la Bérbula), según le contaba el aludido a Emilio Gancedo. Y en la comarca de Riaño se cuentan muchas historias de Pelayo, cuyo mayor elogio lo repetía Santiago, de Argovejo, cuando afirmaba: «En esta montaña, desde la muerte de Pelayo ya no se hace buena cirugía».
Ya hace muchos años que no ejercen los antiguos capadores por tradición, que dejaron el oficio en manos de los veterinarios. Han pervivido más tiempo en comunidades como Extremadura, cuyas grandes dehesas recorrieron cuadrillas de capadores como en la actualidad hacen las de esquiladores.
Se castra tanto a los machos como a las hembras y, en contra de la creencia, «es mucho más difícil castrar a las hembras. El buen capador lo demuestra con ellas».
- ¿Y para qué hay que capar?
- Por la calidad de la carne, sobre todo, evitando u olor fuerte y porque los cerdos sin castrar son mucho más agresivos, con peleas en las que se causan daños y costes en cuidados.
Los capadores anunciaban su llegada a los pueblos al son de un chiflo de característico sonido con el que también se asustaba a los niños, en los relatos populares, en los que se alternaban aquellas amenazas de «o comes o llamo al...».
Que bien podía ser el sacaúntos... o el capador.
Capadores, cirujanos de cubil
Ya hace varias décadas que este trabajo pasó a manos de los veterinarios pero aún permanecen vivos los nombres de este viejo oficio de ‘cirujanos’
21/11/2021
Actualizado a
21/11/2021
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