Estamos al borde de la mayor miseria moral. Tan solo han pasado unas semanas, unos meses, y ya nada es igual. Hemos viajado de la solidaridad a la indecencia.
¿Os acordáis? Os tenéis que acordar, fue ayer. Coged un periódico. Gente en los balcones animando a quien debe estar en primera fila. Músicos tocando desde el balcón para que todo el mundo pueda distraerse un rato, escuchar y saludarse con un «lo conseguiremos». Niños que siembran piedras en el suelo para enseñarnos por dónde van los caminos de la felicidad. Restaurantes que abren sus cocinas para hacer comida para quien no la tiene. Cafeterías que abren una ventana para que a los camioneros no les falte ese café con el que arrancan la jornada. Chavales que visitan a los más vulnerables del pueblo para ver cómo están y qué necesitan. Artistas que cuelgan en las redes poemas y canciones. Niños que dibujan un futuro de colores...Podría seguir. Y un mensaje: «Venceremos». Y lo creímos. Así era posible.
¿Qué ha pasado? Asusta hoy escuchar las noticias en el bar y ver cómo los números de los muertos parecen el resultado de un partido de fútbol. Parece que es bueno que haya muchos contagiados si son del enemigo. Incluso que haya muchos muertos si son del enemigo ¿Quién ha metido aquí la palabra enemigo?No existía en la primera parte. No había banderas.
La II Guerra. Peste. Banderas. Escaparates rotos ¡Paren este mundo!
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