Campana y se acabó

06/06/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Cuatro temporadas consecutivas ha durado el último concurso de la Deportiva en la Liga de Fútbol Profesional. Se me ha hecho corto. Es más, ojalá no hubiera sido cortado tan abruptamente. Y de manera tan cruda.

El partido fue uno más de los que nos ha brindado la Deportiva este año, sobre todo en la segunda vuelta. Un quiero y no puedo. Mucha impotencia. Nula capacidad ofensiva. Y para culminarlo, una fragilidad defensiva manifiesta. Nada nuevo bajo el sol, vaya.

Me acuerdo del penalti de Pamplona, de los dos partidos con el Almería, el de allí, que se mereció ganar y el de aquí, que se perdió de antemano, del partido en casa con el Tenerife o del, para mí, punto de inflexión de la temporada, el minuto 42 en el Anxo Carro. También recuerdo que este equipo ha dado buenos momentos, muy buenos momentos y por eso esto cabrea más, porque se podía. Es recordar la semana del Eibar y Osasuna, el partido frente al Valladolid, la segunda parte de La Romareda... y a nadie le cabe en la cabeza que ese equipo, que jugaba así, acabe descendiendo.

Este fracaso debe servir para aprender de los errores. A todos los niveles. Más profesionalización, menos amiguismo y más profesionalidad, que puede parecer lo mismo que lo primero, pero es bien distinto. Hacer las cosas con más cabeza, no volverse locos y tratar de crecer, pero no querer ser igual que los «crecidos». Y yo puedo empezar a aplicármelos a mi mismo. Fui el primero que pecó de soberbia en verano.

Esto debe ser un paso atrás para coger impulso, no para repetir los mismos errores. Yo no sé si el Presidente tiene que dimitir, irse o hacer calceta. Esa es una decisión que ni me compete, ni está en mi mano, que haga lo que crea que es mejor para el club, que está por encima de todos.
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