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Campaña permanente revisable

26/05/2022
 Actualizado a 26/05/2022
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Las campañas electorales pervierten el ya de por sí corrupto ambiente político en España. Azuzan, todavía más, la habitual polarización del debate público. Incendian, todavía más, la pésima priorización de las urgencias de nuestros cargos públicos. Bloquean, aun más, la posibilidad de acuerdos y consensos básicos. Las campañas electorales son además periodos imprecisos (nadie sabe cuándo comienza una precampaña) que han convertido la excepcionalidad en regla de nuestro juego democrático. Pasaron los comicios en Madrid y en Castilla y León, y ahora nos absorbe Andalucía para justo después ir enfilando las municipales sin dejar de pensar en unas posibles generales anticipadas.

España siempre está en campaña. Las urnas se agolpan, adelantan y repiten a un ritmo endiablado e insoportable. No recuerdo a un político sin papeletas en la cabeza ni ningún periodo de serenidad que permita avanzar la gestión de las instituciones y olvidarse (casi desintoxicarse, diría yo) de las consignas de partido. Porque el afán egoísta de los políticos provoca que acaparen todas y cada una de las citas electorales que se convoquen en cualquier esquina del mapa. Europeas, generales salpicadas de autonómicas y, por supuesto, municipales. Lo podríamos llamar la globalización de la política, que pone en alerta a un alcalde hasta en las presidenciales a la Casa Blanca.

Esta campaña electoral permanente revisable debilita nuestra democracia. Políticos desbocados que no ven ciudadanos si no solo votantes como Álex (el león de Madagascar) veía a sus amigos hechos filetes cuando apretaba el hambre. La única solución sería llevarse el Scattergories. Reiniciar el sistema pautando de nuevo que todas las elecciones coincidan para intentar atisbar una santa paz de cuatro años. David Lloyd George, que fue primer ministro británico, dijo que las elecciones «son, a veces, la venganza del ciudadano». Quizá por eso los políticos hayan fabricado su represalia.
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