01/12/2020
 Actualizado a 01/12/2020
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Podríamos haber titulado este artículo ‘No vuelvas a casa por navidad’, sobre todo si la familia es un poco grande y pasan de la media docena. La verdad es que uno ya no sabe a qué atenerse cuando oye o lee las teorías de los presuntos expertos sobre el peligro de contaminarse con el dichoso virus en el ámbito familiar y la correspondiente normativa de nuestros gobernantes. Por supuesto que no invitamos a la desobediencia, sino a cumplir dichas normas, por si acaso. Pero se comprende nuestro desconcierto.

Probablemente este año muchos no sabrán qué hacer con la paga extraordinaria. Otros tampoco sabrán qué hacer sin ni siquiera la paga ordinaria, porque se han quedado sin trabajo o el negocio les ha resultado ruinoso. Lo que es indiscutible es que hay algunos que, al no poder gastar en restaurantes, ni en copas, ni en viajes de placer, han tenido que ahorrar muchísimo. En este sentido la desigualdad es manifiesta. Lo que a unos les sobra a otros les hace falta.

Estas diferencias dividen a la sociedad al menos en dos grandes bloques: los que tienen o tenemos unos ingresos fijos (funcionarios, pensionistas, trabajo estable…) y los que por su situación laboral, fundamentalmente en el mundo de las empresas, se encuentran en una situación de precariedad. Ciertamente en el primer bloque hay que incluir a la clase política, que debería ponerse en el lugar de los más desfavorecidos, aunque tenemos serias dudas de que todos lo hagan.

Para los privilegiados, entre los que me encuentro, es ésta una ocasión que nos brinda la oportunidad de ser solidarios. No parece que este sea el momento más oportuno para pedir subida de sueldos. Deberíamos, incluso, asumir recortes. Pienso que no deberíamos tener miedo de gastar, sabiendo que eso favorece a las empresas en situación angustiosa. Y, por supuesto, hemos de estar dispuestos a ayudar generosamente a personas cercanas, tal vez de la propia familia, a las que afecta especialmente la crisis. Y, por supuesto, a colaborar, y no con calderilla, con aquellas instituciones al servicio de los más necesitados. Pensamos muy concretamente en Cáritas y sus campañas de navidad. ¿Sería mucho pedir, por ejemplo, a muchas personas entregar una mensualidad o la paga extraordinaria? Hay quien lo hace y no por eso se empobrece ni lo va a notar lo más mínimo. En todo caso irá con un poco menos de dinero a la sepultura. Sin duda esta pandemia, que deseamos acabe pronto, es una prueba para nuestra sociedad y para cada uno de nosotros. Unos aprobarán y otros suspenderán.
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