29/08/2022
 Actualizado a 29/08/2022
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Iba a estallar la década de los sesenta del pasado siglo y ninguno de nosotros (aquel grupo de Claraboya y sus amigos) había salido de León. Pero ya teníamos muy claro el propósito de intentar cambiar el mundo. No había otra alternativa. Y nuestro principal mentor, el cura De Lama, que conocía bien a los poetas porque había bregado con ellos en la revista Espadaña, nos aconsejaba leer, también, además de a los clásicos, aquel ‘Hijos de la ira’ de Dámaso Alonso en el que se preguntaba: «¿A dónde va esa mujer con una alcuza en la mano?».

¿A dónde íbamos nosotros, cargados con aquella ira contra la cerrazón de mentes amasadas en la dictadura y horneadas en las iglesias, conventos y seminarios? Unos a la revolución, y otros a Francia. A aquella Francia que cocinaba ya el 68: «Debajo de los adoquines está la playa».

«Después todo paso /de repente / mi mano en tu espalda», cantaría Sabina y, enamorados de la vida comenzamos a dispersarnos, unos hacia el desierto y otros hacia la nada, en busca de los campos de Agramante, para terminar mintiéndonos a nosotros mismos y dejando que los nuestros nos mataran. Porque la llegada de los nuestros supuso el fin de la inocencia y la constatación de que el cielo que buscábamos no se conquistaba, se alquilaba. «Te alquilo el cielo», dice el libro de Aurelio Loureiro, publicado por EOLAS. Nacido en Olleros de Sabero, el autor desglosa los delirios de la mina y los mineros, aquellos que, no pudiendo huir de la miseria, se resignaron a soñar en las entrañas de la tierra. «Desde el fondo de la mina era muy difícil cambiar el mundo», nos asegura Loureiro en la pág. 64.

Pero, desde arriba resultó imposible. Así que llegó aquella película famosa, el Gatopardo, a poner las cosas en su sitio: «Hay que cambiarlo todo para que todo siga igual». Y así seguimos. Algunos ya perdidos para siempre sin alcanzar el cielo. Y otros, buscando la playa debajo de los adoquines; respirando «el perfume de la ausencia» (pág. 58) y aguantando «el peso del destino» (pág. 53), con el «beneplácito de la noche» (pág. 43)

Lo que nunca nos fue dado fue rendirnos. «¿Rendirse? Nunca». Como escribe nuestro Óscar M. Prieto en su ‘Love is a game’, «no permitir que nada ni nadie quiebre la voluntad de ser y reafirmarse» (pág. 53) ¡Buenos somos aquellos leoneses nacidos cuando Stalingrado! ¡Buenos somos los mineros! Lo del valle de Sabero y más abajo.

Pero el libro que leemos ahora dice: «¿A dónde va ese Putin con una guerra en la mano?».
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