27/03/2021
 Actualizado a 27/03/2021
Guardar
Es la sensación que te invade cuando te enfrentas a un panorama tan inusual como el de estos días en el Palacio de Congresos y Exposiciones de León, y que trae ecos de épocas pretéritas en que las multitudes acudían en busca del mandado maná. Ahora nos toca el sanitario. Por fin la ansiada vacuna que tanto tiempo hemos estado esperando. Aunque sea la plebeya. Un año que se ha hecho eterno. Hileras de confiados, disidentes de la conspiración que nos tacha de títeres comerciales en medio de guerras farmacéuticas. Quiero creer que los seres humanos somos más que eso.

Parece que la vacuna de AstraZeneca, prepara a nuestro cuerpo frente a las agresiones del pertinaz virus. Leo en la página de la Agencia Española de Medicamentos que estas dosis que nos están inoculando con algunas molestias y manifestaciones incómodas tales como fiebre y dolores musculares, se componen de otro virus, concretamente el contagioso adenovirus (atenuado e inocuo en este caso) y modificado para contener al gen responsable de la formación de la proteína de la espícula del SARS-CoV-2. La espícula es cada una de esas púas características que le dan al bicho esa apariencia de erizo puñetero. En cada una de tales protuberancias trompeteras, se encuentra la proteína necesaria que facilita al virus la invasión en nuestras células. Pues bien, cuando nos administran la vacuna, se libera el gen del SARS-CoV-2 dentro de nuestra células y estas utilizarán el gen invasor para producir las proteínas de la espícula. Nuestro sistema inmune está diseñado para reconocer esa proteína como invasora y comenzará a recabar información de su presencia produciendo anticuerpos y leucocitos para defenderse. De ahí tanta reacción y resistencia corpóreos. Si más adelante el coronavirus osa acercarse, ese sistema inmune, actualizado, ya estará prevenido, informado y concienciado frente a indeseables visitas. Y hablando de indeseables y mirando el panorama político, una se pregunta por qué después de tantas peripecias históricas no habremos quedado vacunados en esta España nuestra contra el oportunismo político invasor. Por qué no habremos desarrollado espículas con infrarrojos proteicos capaces de detectar la desfachatez de los opositores al transfuguismo a los que solo les importa mantener la silla en un despacho sea local, autonómico o nacional. Seguramente sea una suerte estar inmunizados porque si no ¿de qué otro modo podríamos acudir a los colegios electorales sin medicamento más eficaz que una pinza en la nariz?

Se acerca la Semana Santa.

Nuevamente calma tensa.
Lo más leído