Calculadora de pensiones

27/10/2021
 Actualizado a 27/10/2021
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Miguel, de Fojedo del Páramo –bueno, casado allí con Araceli– se pasó la vida domando el hierro, a gran escala, por todo el país, en la tristemente famosa central nuclear de Lemoniz o allí donde hicieran falta unas manos expertas y fuertes, capaces de doblegar al más duro de todos los elementos.

Es curioso cómo nació en Miguel la necesidad de crear formas. De chaval tenía unas horas muertas desde que salía de clase hasta que cogía el autobús y paseaba por la ciudad. Les gustaban las plazas de San Isidoro y la Catedral, no por la plaza sino por los monumentos que las presiden, y soñaba cómo las habrían hecho, qué manos tendrían aquellas gentes. Por ello, en las horas muertas que con el tiempo le dejaba su trabajo de domador de hierros se dedicó a hacer aquellos monumentos a escala, con su material, el hierro; con sus manos, las de un gran artesano; con su cabeza, la de un soñador.

Y en los ratos muertos de los tiempos muertos que tiene la jubilación, ya de regreso a su casa y a su pueblo, también juega a hacer experimentos con su habilidad de domador de hierros y siembra el camino hasta el espacio donde guarda sus catedrales, su Gaudí, San Isidoro... con bromas que solo buscan arrancar una sonrisa para el camino.

Y se pregunta qué ocurriría si a esos señores aparentemente tan sesudos que calculan nuestras pensiones –él está indignado con el cálculo de la suya– les pusieran unos deberes anteriores. A él se le ocurre que cogieran la vieja bicicleta de ir a regar, una azaday se pasaran una buena temporada excavando patatas o sacando remolacha. Está seguro de que el cálculo iba a ser muy diferente.

Pues ahí está el ‘instrumento’. Que lo cojan.
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