25/07/2021
 Actualizado a 25/07/2021
Guardar
Sabes que estás envejeciendo cuando te paras a comentar las modas. Una vez me tocó ir a una rueda de prensa de José Saramago, poco después de recibir el Nobel de Literatura. Habló de esto y de lo de más allá hasta que, en un momento, quiso compartir con el auditorio su estupefacción por una tendencia en el vestir que había entonces: él lo llamaba «pantalones king kong», que no eran otra cosa que las prendas anchísimas que se llevaban hace 20 años y que tenían la maravillosa capacidad de ‘atropar’ la mugre del suelo, deshilacharse del roce con el pavimento y, en situaciones de lluvia, absorber la humedad hasta la altura de la rodilla, empapando a su vez calzado y todo lo que hubiera por debajo. «A este paso no van a hacer falta barrenderos», bromeaba el ilustre escritor, flipando absolutamente con la circunstancia.

En aquel momento, claro, afloró la sonrisilla. Entre otras cosas, porque aquel furor por los pantalones de cintura baja y pata elefantiásica debe mucho a esta tierrina nuestra, gracias al predicamento y posterior difusión mundial de la marca Pho. Ay, los yayos, piensas en esos momentos, todavía ajeno al inevitable epitafio en latín: «Eram quod es, eris quod sum» («Fui lo que eres, serás lo que soy»).

Y, en efecto, henos aquí con el tema de los calcetines. Hace tres años, en uno de los inviernos más fríos que se recuerdan, a la chavalería le dio por ir con los tobillos al aire. La longitud de los pantalones, sumada al uso de zapatillas bajas y a ausencia de protección textil en tan delicada zona nos colocó a muchos un palillo metafórico en la boca, al que dábamos vueltas virtuales mientras nos preguntábamos por el sentido de semejante moda.

Aquella misma juventud que entonces sufrió de hipotermia tobillera camina estos días de calor con pantalones cortos y los calcetines subidos hasta las rodillas. Una de tantas aportaciones estilísticas de los ‘skaters’ que termina haciéndose masiva. Lo interesante es que la actual ‘reglamentación’ establece dos opciones: o bien el pie va en contacto directo con el zapato o bien se usa la media a lo largo de la pantorrilla. Quedan totalmente proscritos los ‘pinkies’, considerados una aberración estilística por muchos desde hace tiempo, pero que en estas nuevas generaciones ni siquiera se contemplan.

Podríamos volver a colocarnos el mondadientes imaginario y proclamar que esa doble contradicción calcetinera va contra el más básico pragmatismo de regulación de la temperatura. Pero entonces, claro, aflorarían las sonrisillas.
Lo más leído