
En aquel 2016, con motivo del homenaje, concedió Nemesio una entrevista a La Nueva Crónica y en ella recordaba su pasión por la música, hasta el punto de que "siendo un rapaz de una caña de escoba hice el roncón y con un palo de saúco el puntero. Y para poder tocar le metí dentro una paja"; todo le servía para hacer música, "tocaba hasta con la piel de un gato, no tenía otra cosa; y la hacía sonar"; por eso nunca olvidó cuando compró su primera gaita, a uno de los mejores en el arte de hacerlas, pues otra anterior se perdió durante la guerra: "Era de Antón de Cogollo, que era muy bueno, por eso me costó un dineral, 200 pesetas de entonces, menos mal que me la compró mi padre". Su padre, el maestro de Torrestío supo combinar la obligación del estudio con la pasión por la música de aquel chaval que no solo buscaba instrumentos sino también maestros y aunque dedicaba muchas horas y se le podría llamar autodidacta él hablaba de gente como José de Torce, con el que "fui una semana a estudiar y practicar, en Valladolid. Allí coincidí con muchos gallegos, buenos músicos, y formamos una banda que llamaba la atención, y mucho".
Tenía tal afición que llegué a quedarme dormido tocando; me mantuve en activo hasta más de los 80 años, cuando el médico me dijo que cuidado con los esfuerzos al soplarTocar era su pasión, tanto que, confesaba en aquella entrevista, "llegué a quedarme dormido tocando". Y se mantuvo en activo mientras le fue posible, con más de 90 años aún tocaba —lo hizo en su homenaje e incluso en el teatro Filarmónica de Oviedo— pero su salud le avisó: "El médico me dijo que no los esfuerzos al soplar me podían pasar factura al corazón y encontró un cómplice en Inés, mi mujer, que me vigila de cerca".
Recuerda Rodri que además de ser un referente en León y "atesorar un interesantísimo repertorio babiano, recogió las influencias de la vecina Teverga, lo que le hizo ser reconocido como uno de los grandes gaiteros, no solo en León si no también en Asturias; que cultivó por supuesto los géneros tradicionales clásicos del país, como los chanos o las jotas, pero también escribió de su propia pluma varias piezas que ya pertenecen al repertorio de muchos gaiteros de la cantera asturleonesa". Un grande. Tanto que el estudioso Diego Valle era contundente al afirmar que "es uno de los mejores tocadores vivos". Hoy, por desgracia, ya no vivo pero sí inolvidable.