14/10/2020
 Actualizado a 14/10/2020
Guardar
Lunes festivo. Cafeteo mientras contemplo cómo amanece con una lentitud que tal parece que esta aurora se pretenda siembra natural de luminosidad para estos días que virus e intransigencias con tanta frecuencia nos grisean.

Temerario o mortificante, no lo sé aún, me leo o asesto el artículo que, sobre el «carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánica» o hispanidad, larga la inefable presidenta de Madrid en el diario nacional junto al que se distribuye este periódico y que, sin duda, para cuando ustedes me lean ya será más que célebre y con el que, faltaría más, pretende «guiar al pueblo», es decir, hacer demagogia alrededor de la idea o, mejor, del grandilocuente eslogan de un «Madrid, capital europea de Hispanoamérica, casa común de los españoles de ambos hemisferios». Aunque tan idílica proclama de «casa común de los españoles» pronto la impugne con su presta alerta sobre «que el enemigo –¿ya no hay adversarios?– está a las puertas y nos vemos en peligro de caer en las mismas redes que han hecho que naciones ricas en recursos como Venezuela –(iba a faltar)– degeneren hasta extremos difíciles de creer…» y el consabido ataque al comunismo, como que no hubiese comunistas madrileños y por ende españoles, aunque para ella quizás lo sean accidental o temporalmente, vamos con fecha de caducidad dependiente de sus (de ella y otros patrioteros superlativos) cuotas de poder o ¿debería de decir de poderes?

¿Nadie le regalará algún texto de Enrico Berlinguer (Érase una vez el eurocomunismo, por ejemplo)? ¿Nadie Eurocomunismo y Estado, de Santiago Carrillo, español que fue de este hemisferio? Y de hacerlo, ¿los leería ella con el espíritu liberal que tanto cacarea y afán discente o, al menos, tampoco voy a creer ahora en milagros, un talante mínimamente desprejuiciado?

Nada comentaré de su uso sectario de la constitucional neutralidad de la monarquía.

Cafeteo doblemente, no puedo ni quiero permitirme que la demagogia populista de la simpar Ayuso eclipse el sol que ha coronado ya el monte frente al que escribo y se me regala recreando estelares reflejos en el río que de él me separa.

Mas como reconozco que no es ella, Isabel Díaz, la única voz que en esta nación no pierde oportunidad de atizar la hoguera de las peores pasiones políticas, esas que como fe religiosa anatemizan, maldicen e imprecan al disidente, hoy sólo les pediría a todos un poco de mesura que, por desgracia, ya males nos sobran.

Mejor cafeteo, sospecho.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
Lo más leído