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Café, tila o anfetas

05/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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La llaman Ebau por la manía de cambiar los nombres y dejar las cosas como estaban, pero todo el mundo se refiere a ella como selectividad. Con sólo pronunciar su nombre, toda España se estremece. Estudiantes, padres, novios y todo el que tiene alguna ilusión.

Las bibliotecas, tan desiertas habitualmente, quedan sin espacio y se colman de aspirantes y de electricidad en el ambiente. También puede ser que los pisos de hoy, con tabiques de papel y exiguo tamaño, no sean adecuados para concentrarse. Pero, a pesar de lo pintoresco o anecdótico que se airea en los medios, trivializando el amargo trago, lo cierto es que en estos días se decide el futuro laboral de muchos estudiantes que ansían dar sentido a su vocación. Teniendo en cuenta que éstos serán los profesionales que, en un futuro próximo, tomarán las riendas del país. Profesores, economistas, fontaneros, médicos, abogados, historiadores, músicos, escritores y filólogos.

Es lo deseable. Pero, en este punto y en tantos otros, median los politicastros de las Taifas autonómicas. ¡En mala hora les dieron las competencias de Sanidad y Educación! Pero quien hace la ley, hace la trampa. Y mi experiencia universitaria dice que los malos estudiantes se trasladaban a Murcia o a La Laguna, donde acababan la carrera sin problema. Desde luego el nivel de exigencias no era el mismo.

Hoy ocurre algo parecido en comunidades cuyas exigencias en la Selectividad son elementales. De ese modo sus alumnos aprueban y se sitúan en cabeza, pudiendo elegir las mejores carreras, a pesar de la escasa formación. En ese sentido, unos de los más perjudicados somos Castilla y León, donde las pruebas son más rigurosas. El consejero en funciones, Fernando Rey, ya planteó al gobierno la necesidad de un temario común para todo el Estado, pero Rajoy –el incapaz– se hizo el orejas y cada autonomía a lo suyo.

No es cuestión de rebajar el nivel educativo de esta comunidad, pero este quijotismo nos perjudica seriamente. Los mejores profesionales no serán los mejor formados. Los más competentes, se sentirán frustrados al no poder ejercer su vocación. Y los más inútiles, vagos y mangantes, se orientarán hacia la política. Las cosas no pasan porque sí.
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