Cada uno en su casa y Lolo...

03/05/2023
 Actualizado a 03/05/2023
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Atravesar los pueblos de esta provincia, las paredes que fueron más blancas y visibles que hoy exhiben un mural, es una mezcla de felicidad y encogerse el corazón, una sonrisa de algún recuerdo, una lágrima de la incomprensión y rabia por haberse llevado a quien provoca todos estos sentimientos encontrados: Lolo, Lolailo, Lolín...

En todas las esquinas inferiores la firma de Lolo (en muchas con Moñi) y al lado los cómplices necesarios, los vecinos, los niños, en general o con sus nombres. Y en la memoria, al atravesarlos, los recuerdos que iba metiendo Lolo en el disco duro que protegía con su melena: Aquí vino una mujer de 90 años que se empeñó en que dibujáramos a su marido; aquí nos dieron las cuatro de la mañana porque no paramos de comer, primero panceta, después chocolate, al final churros; aquí una niña me cogía de la mano y no me dejaba dibujar, quería contarme un cuento... y tantos murales que acabaron en el escaño de una cocina en un filandón con melenudo, con una mujer que acababa diciéndole al marchar «no me lo había imaginado así cuando le vi llegar».

– ¿Qué quiere decir así?

– No sé, así, tan buena persona.

Así era esta provincia. Cada uno en su pueblo y Lolo en el de todos.
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