07/10/2017
 Actualizado a 16/09/2019
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Estos días me persiguen esos conocidos versos de Machado que afirman que «de diez cabezas, nueve embisten y una piensa». Algunos defienden incluso que se añada una cabeza embestidora más y ya tenemos la manada completa. Por suerte, otros tratan de compensar con más cabezas que piensen, aunque sea distinto. La segunda opción me parece mejor, porque la primera sólo lleva a la imposición y al insulto, al «cállate, gilipollas» de la cabeza que embiste. Por cierto que los versos se completan así: «nunca extrañéis que un bruto/ se descuerne luchando por la idea».

No soy fan de los nacionalismos porque se basan en el mito y en ideas en blanco y negro -nosotros y los otros- y no suelen admitir los matices de gris con los que está tejida la existencia. Por eso no puedo con la catalanofobia ni con la españofobia –palabrejas ambas-, ni soporto las listas de productos a boicotear ni el calificativo de ‘traidor’ con el que algunos marcan al vecino que opina otra cosa.

Este agosto estuve en la comarca barcelonesa del Berguedà. Sus montañas calizas me recordaron a las de Gordón. Algunos de sus pueblos, al mío. Se han cumplido ya dos décadas desde aquel verano en Liverpool junto a varios bergadanos, con una beca Miner para estudiar inglés. Sé que tenía más en común con aquellos hijos de mineros catalanes que con otros chavales de mi propia tierra.

Muchos años después, en el barrio de la Barceloneta, en la librería Negra y Criminal, presentaría mi segunda novela. Fue gracias a la hospitalidad de Paco Camarasa y Montse Clavé. No tengo más que agradecimiento a los que acudieron aquella tarde, sin conocerme de nada. Y hacia Paco y Montse, que acabaron la presentación, como era habitual, con vino y mejillones. Cada uno tiene sus motivos para querer una tierra y podría seguir, pero creo que otros lo han contado mejor.

Las cabezas que embisten chillan más alto, pero no hablan por las demás. La torpeza política -cuando no algo peor- nos ha traído a esta penosa situación. Cada uno tendremos que pensar qué añadimos a esa turbia receta. No veo un remedio ni fácil ni a corto plazo para la herida, pero un paso en la buena dirección sería dejar de darnos cabezazos. Y quien tenga tiritas, que las vaya sacando.
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