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Bye bye, exdiputado

28/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Eduardo Fernández abandona la política. Qué disgusto y qué dolor, ‘señá’ Dolores. El ya exdiputado nacional del PP en representación de la provincia leonesa ha sido arrumbado por la superioridad que comanda Pablo Casado y ejecuta Teodoro García Egea, el secretario general de la organización conservadora, quien, desde su despacho de la calle Génova, manda un huevo y parte de la yema del otro. Y es que la charranada que protagonizó don Eduardo hace cuatro años le ha pasado ahora factura. Anótese en su debe el nombre de Emilio Gutiérrez. En definitiva, que la táctica de ser del último que llega –algo que dominaba al dedillo– no le ha dado el resultado apetecido. ¡Quién lo iba a decir!

Fernández, que siempre supo moverse como pez en el agua en eso de las intrigas, ha quedado seco. Varado. Cuando no lo intuía y ni siquiera lo soñaba, ha probado un buen trago de su propia medicina. Y el jarabe en cuestión le ha sabido a rayos. Le ha dejado el paladar como un estropajo. El gran muñidor de la derecha leonesa, que sabía estar en todas las salsas con su aspecto seráfico y su sonrisa escabechada en atención al viento que soplase, se ha quedado en paños menores. ¿Cómo le iba a pasar por encima su ‘segunda’ en el Congreso, la alcaldesa de Garrafe de Torío, González Guinda? Pues le pasó. Lo aplastó. Y se ha quedado con el culo al aire y los ojos fuera de las órbitas.

Eso sí, le quedaba su amigo Alfonso Fernández Mañueco, el mandamás descafeinado del PP en la autonomía, en el que confiaba ciegamente para que lo colocase en la lista a las Cortes de Castilla y León. Pues tampoco. ¿La razón? que Madrid –léase García Egea– no aceptó el trueque. Trasmutar la Carrera de San Jerónimo por Valladolid no estaba escrito. Y el amargor le ha llegado hasta la glotis porque Mañueco, su ‘tronco’ del alma, no le ha dicho nada. Ni siquiera le ha despedido por teléfono a altas horas de la noche, como hiciera él con Gutiérrez en una fecha aciaga para el partido. Las risas que se echó en la sede del paseo de Salamanca junto con otros cómplices que colaboraron en la tropelía, se han tornado en una mano de hostias en plena jeta. Y visto lo visto, los hay que se están tomando medidas de los pómulos, frente, nariz y quijada para procurarse una máscara que amortigüe el posible nocaut. El fuera de combate podría ser de misa cantada. En mayo se sabrá.

Ahora es cuando Fernández ha sabido lo que significa la palabra renovación, ese término con el que se llenó la boca –y junto a él otros más– para justificar lo injustificable en una tarde de complacencias públicas en un hotel de León. Ya lo dice el refrán, «a todo cerdo le llega su San Martín». Y a él le llegó. Y en abril, no en noviembre.
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