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Buscadores de prodigios

09/07/2022
 Actualizado a 09/07/2022
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En el cuento, el buscador de prodigios es profesor. Llega al pueblo con una grabadora, dos máquinas de fotos y un tomavistas, y enseguida empieza a hacer preguntas: que si alguien ha visto algo raro, algo inexplicable, lo que sea.

El hombre que le atiende en el bar le dice que tiempo atrás hubo algo de eso, pero que ya no, que tal vez los más mayores lo recuerden. A lo mejor Ramirín, el techador, o la tía Paula, que van camino de los noventa. El buscador de prodigios quiere hablar con ellos, así que el hombre del bar le pide a su nieto que los avise para que vayan después de cenar. Antes de que el nieto salga por la puerta, le guiña un ojo y le dice:

- Esta noche, filandón.

En León son bien conocidos los filandones o calechos. Fuera hay que explicar esta costumbre de contar historias junto al fuego con la que se entretenían las noches, sobre todo las más duras del invierno. El próximo viernes, cuando la noche comience a cuajar en los valles glaciares de Babia, haremos un filandón. Es una de las actividades del festival Estar en Babia, que se celebrará en San Emiliano, y allí esperamos ver cómo vecinos y visitantes tejen y destejen el ovillo de palabras que echaremos a rodar.

Con ello trataremos de seguir el camino iniciado por Antonio Pereira, Luis Mateo Díez, Pedro Trapiello, José María Merino y Julio Llamazares. Un camino que han continuado y que ya mostraron en ‘El filandón’, la película de Chema Sarmiento. Escribir es ser un buscador de prodigios. Y al final todos los han encontrado, como avalan sus libros, siempre entre el descubrimiento y la memoria.

En ese cuento de José María Merino que da título a esta columna y con el que empieza, el buscador de prodigios escucha los relatos de los vecinos y los va derrumbando uno a uno. Que el cuerpo redondo y negro -y vivo- que cayó del cielo y que vio Ramirín es un meteorito. Y que el huevo gigantesco que la tía Paula encontró en la cueva junto al lago no es más que un hongo, un enorme pedo de lobo. Frente al escepticismo del buscador de prodigios, en la noche profunda de Babia que nos espera, prometo creerme todas las historias.
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