Buscadores de la no gloria

15/01/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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En una vieja edición de aquellas vueltas ciclistas de nuestra tierra, la Vuelta a León imagino –no lo recuerdo y no me voy a levantar a mirarlo, que diría Umbral, con perdón– tal vez la que ganó un leonés, Ferrero, me apunté a un reportaje diario que fue de esos que te dejan la huella de un excelente sabor de boca: entrevistar a los últimos corredores en cruzar la meta, muchas veces para nada pues llegaban fuera de control, conocer su etapa, sus anhelos, su diario sufrimiento...

Eran unos tipos heroicos. Alguno se había vaciado antes del momento de la verdad de la etapa tirando de su jefe de filas, esperando a otro que pinchó, subiendo agua para los líderes y, cuando ya no podía más, ahí te quedas y que te vaya bonito. Aunque la verdad es que no les iba nada bonito. Alguno estaba enfermo o con una diarrea que no soportaría otro mortal.

Recuerdo a Paulino Aparicio, un chaval de una fuerza tremenda, que su familia era la de los últimos habitantes del pueblo, Campo. Él subía y bajaba puertos cada día, en solitario. Y ahí estaba su cruz, le sobraba fuerza pero no sabía ir en el pelotón, se ponía nervioso, no lo aguantaba. Y lo tenían para ir cogiendo descolgados de su equipo y devolverlo al pelotón... Le extrañaba muchísimo que le quisiéramos hacer una foto.

Son otras historias de no buscadores de la gloria, que ya es extraño en estos tiempos que corren –nunca mejor dicho– o tal vez no tanto. Tal vez estamos confundidos entre tanto aspirante a estrella en los deportes mayoritarios y nos olvidamos de todos aquellos que sólo quieren correr, participar, colaborar, disfrutar sufriendo... como estos dos que hoy trae Mauri al rincón de salida del periódico, los dos últimos en cruzar la meta en la épica Transcandamia... ¡Grandes!
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