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Buenas intenciones

28/07/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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Hay épocas para la acción y épocas para las buenas intenciones. El verano es un estado de relajación del alma. Nos ralentizamos. El calor, las vacaciones y esa voluntad pertinaz de romper con la rutina, hacen que el mundo productivo se detenga o, en todo caso, aminore la marcha, hay una cesión voluntaria del ritmo. Nuestros políticos suelen dejar los deberes hechos en junio, pero la inevitable calma derivada de los cambios de posición en los dos partidos tradicionales obliga a mantener el estado de alerta hasta agosto, mes en el que, de todos modos, pase lo que pase, se establece la tregua.

El PP encara su asueto con nuevo líder, Pablo Casado. Lo veo y me pregunto: ¿Cómo habrá hecho este hombre para llegar hasta aquí? Lo veo y me cuesta creerlo. ¿No había nadie más inteligente? ¿Nadie con ideas realmente renovadoras que pudiera provocar un vuelco a un partido carcomido por la termita de sus rutinas rancias? Parece que no. Pablo Casado podrá gustar a las Nuevas Generaciones del PP sólo por una circunstancia: es joven. Joven en cuanto a edad biológica, claro, porque a juzgar por su ideario es tan carca o más que el propio Aznar, al que nos recuerda tanto. Si hubiese ganado una mujer hubiese sido distinto, pero con Casado el que lo va a tener muy fácil es Rivera.

El PSOE intenta gobernar, pero volando a ras de suelo, experimentando el regusto amargo de aquel inicial baño de euforia ante la realidad que dibujan día a día las expectativas. Son muchos los socios y muy ambiciosas sus pretensiones. Hay intereses que chocan entre sí y no se puede dar gusto a todos y a la vez al electorado. Ese cóctel de pactos multicolor en algún momento le estallará a Sánchez en la cara y mirará al abismo como un tenista que pierde el match point ‘por una cabeza’. Puede sentir cierta decepción, pero sigue partiendo desde una posición ventajosa, ya que ha mostrado sus cartas y sabemos lo que haría en caso de contar con una amplia mayoría parlamentaria.

La respuesta para España la tienen los mismos que quieren romperla. La convocatoria de elecciones sólo depende de que Puigdemont, Torra y sus amigos abandonen el barco de la autodeterminación o, por el contrario, tensen más la cuerda. Es arriesgado también para ellos, si cambia el mapa, puede debilitarse su posición en el Congreso. Tendrán que reinventarse para justificar un futuro diálogo porque desde esta frontera, mantener a estos aliados con buenas intenciones es como darle peladillas a un orangután hambriento. En otoño pedirá la cena.
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