19/04/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Los que hemos tenido la suerte de ser pastores en nuestra infancia y adolescencia sabemos lo que ocurre cuando el ganado se queda sin pastor: se extravía y los animales van allí donde más daño pueden hacer. Prefieren ir al berzal del vecino en lugar de pastar en el prado del amo. En la sociedad ocurre lo mismo. Ya Jesucristo dijo hace dos mil años que le daba pena de las gentes porque estaban «extenuadas y abandonadas como ovejas sin pastor». No resulta difícil percibir esa misma sensación en nuestro mundo actual. Y no me refiero ahora a la situación de desgobierno de nuestra nación debido a la fragmentación de nuestra clase política, aunque también se notan los efectos.

En realidad la raíz de la mayoría de los males que nos invaden se debe a la falta de unos criterios y principios éticos, que se manifiesta en no valorar la dignidad de todo ser humano, desde el mismo instante de su concepción y en las etapas posteriores de su vida. No importa que pasen hambre, que se queden sin trabajo por el afán desmedido de lucro de unos pocos, no importa que la juventud se destruya con la droga y el alcohol o que miles de mujeres sean tratadas como objetos de consumo, que los que huyen del hambre y de la guerra vivan en unas condiciones peores que el ganado en una cuadra…

La experiencia nos dice que a lo largo de la historia de los últimos veinte siglos algo ha cambiado para bien en la humanidad en la medida en que se hayan tomado en consideración las enseñanzas de Jesucristo. De ahí que se le pueda dar con todo derecho el título de ‘Buen Pastor’. Justo lo que necesitamos en el momento presente para poder poner un poco de orden en medio del caos reinante. Para ello Jesucristo, con muy buen criterio, ha querido hacerse presente en medio de este mundo sirviéndose de otras personas que ejerzan ese oficio de pastores. Imagino que pocos pondrán en duda que si alguien ejerce en estos momentos un liderazgo mundial es precisamente el máximo representante de Cristo en la tierra, es decir, el Papa Francisco.

Su reciente viaje a la isla griega de Lesbos, como lo fue su anterior visita a Lampedusa, o la colecta que ha promovido para el 24 de abril en favor de Ucrania son algunos de sus muchos signos y llamadas de atención que deberían hacernos pensar y actuar en consecuencia. Habrá quien los tache de populismo, pero es el camino para cambiar este mundo lleno de gentes abandonadas y extenuadas como ovejas sin pastor. En este momento es muy importante tomar en serio la voz del Buen Pastor.
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