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Breviario moral a Mario

José Luis Gavilanes Laso
03/05/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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Según el mito popular, es la urraca ave ladrona, cuyo pico no perdona por vicio o necesidad todo lo que pueda hurtar, pasando a su propiedad lo que de suyo es ajeno, sin alcanzarle condena, pues no por casualidad vuela gozosa en el cielo chirriando libertad. En humana sociedad, si el poder te como el ‘coco’ y te pones como loco carente de dignidad a la caza de dineros tomando lo que no es tuyo, eludiendo los impuestos en países extranjeros, te persiguen los ‘maderos’ hasta meterte en el ‘truyo’. Luego, el robo es relativo en el orden natural: lo que en la urraca es normal, en el hombre, delictivo.
Mario Conde, Conde Mario, Doctor ‘Dineris’ Causa por la Universidad Complutense, rico, guapo, inteligente, brillantísimo abogado del estado en la era felipista y de codicia león, tertuliano moralista de la diestra en un plató, estupendo vividor el primero de la lista, enemigo del hartazgo y as de la posesión, fundador del ‘pelotazo’ y obseso de la ovación, prestamista del favor y modelo de arribistas.

Tuvo Mario tal poder que hasta el mismo diccionario de nuestra española lengua es notario que da fe. ‘Pelotazo’ es palabra embarazada que gracias a Mario Conde, que fue quien la fecundó, vio luz en nueva acepción. No es la greña exagerada, sin aliño, desmañada, ni violencia en el disparo recibida o proyectada al patear un balón, ni bolazos de la ‘pasma’ contra manifestación. ‘Pelotazo’ es forrase con descaro, no con ‘tela’ de ocasión, sino con ‘tela’ eudorada, pasándose de fortuna quien ejecuta la acción en menos tiempo que dura el gozo de una ilusión.

Cuando abres la cartera y compruebas con dolor que no eres, precisamente, Mario Conde, ¿no te das en preguntar por qué te arrojaron pobre a un mundo inmisericorde donde se pasa fatal? Si recabas las razones de tu humilde condición y das en lamentaciones exclamando ¡no hay derecho!, Mario Conde te responde: – Si eres pobre, algo habrás hecho; y, si rico, ¡buen provecho! Cuando estás frente al espejo y observas con estupor que no eres, precisamente, Mario Conde. ¿no entran ganas de llorar y el corazón se te rompe? Cuando arriesgando suscribes unos fondos de inversión y notas con decepción ante el fracaso evidente que no eres, precisamente, Mario Conde, ¿no quieres hasta morir por haber nacido torpe? Protestando la indigencia que tienes siempre a tu lado, elevas la vista al cielo: ¿por qué, Señor, no me has dado como a Conde y a logreros el bronceo de su hacienda en caribeños recreos y blanquearlo en España cual revoco de yeseros? ¿Por qué, Señor, no he nacido con las gracias que ellos tienen y en cambio solo me vienen celos tan mal reprimidos y envidias hasta las heces?

Conde de la altanería nada frenó tu ambición, el poder y la hidalguía engulliendo, a la sazón, el Banco Totta & Açores con trampas y chulería. Y es que a Mario no saciaban los faisanes, codornices ni sisones, pájaro de tanta raza, rapaz de su condición, precisaba digestiones de aves para la caza fuese buitre o fuese halcón, gavilanes, los azores, alcotanes, otras aves o Abelló. También dicen que voló sobre el cielo lusitano por querer echar el pico al Banco Espírito Santo, mas no se atrevió con tanto, le dio una pausa al instinto de su espíritu glotón no siendo que rico plato, por demás, en siendo santo, provocase indigestión. Ni el malvado Lucifer osaría dar alcance y poner sus sucias manos en símbolo consagrado, mismo Dios con plumas y alas llegado en Pentecostés, aunque sea disfrazado como banco portugués.

¡Oh Fenix de los talentos, burladero del impuesto, Apolo del ‘pelotazo’ que destrozaste a sablazos el Condado del Banesto. Mas un día, sin embargo, de su boca pude oír: – Vivo sin vivir en mí, del dinero tanto espero que no gano cuanto quiero y solo embolso sufrir. La fortuna perseguí a tal precio y disparate que la palabra ‘bastante’ me cuesta mucho admitir. Ando con tal frenesí y tanto elevarme anhelo que muero porque no puedo al paraíso subir. Mas desgraciado no vi; ni en guapo, listo o dinero consigo ser el primero: ¿quien ha de envidiarme, di? Y si el mundo es hoy así de absurdo y mal repartido, en algo sí soy culpable, por lo menos, consentí.

Aquel decir dolorido me causó tanta impresión que si el nombre se pudiera mudar por estimación al buen don Mario ascendiera de Conde a Emperador. Se me esfumaron las dudas, mis bienes, ¡a quien los quiera! No me interesan los euros ni ser listo ni guaperas. Ya no quise más reunir, ni amasar tampoco quiero, el espejo lo rompí y ¡a la porra don dinero! Gracias a ti, Mario Conde, que un día me revelaste las auténticas verdades que tras la avidez se esconden. Ni a las altas ni a las bajas de los tipos de interés, ni al interés de los tipos con fortuna yo me arrugo, pedazo de pan me quiero antes de ser un mendrugo. Prefiero el hombre sin nombre, la imagen sin camuflaje, el brillo sin brillantina y el ocio frente al negocio, quiero más pasar por tonto que ponerle morro al rostro. Y así me alcanzó el saber, gracias a ti Mario Conde, que es más noble y menos pobre aquel que nada desea y con su ser es conforme. Y mas triste y desgraciado aquel siendo agraciado en facha, mente y moneda muchas más gracias desea.

Mario Conde, Conde Mario, ‘azul’ por noble apellido, más sin brillo nobiliario, es un ‘añil’ deslucido con gusto y sabor marino a boquerón y chicharro. Todo tu orgullo y victoria es ya una puesta de sol grabada en tecnicolor que refleja en pormenor, Mario Conde, Conde Mario, el ocaso de tu gloria. ‘Gris’ te pintan en la radio y de ‘amarillo’ en la prensa; ‘verde’ te ponen las lenguas, sapientísimas o necias, porque dicen los que piensan –si es que en España se piensa– que te pusiste ‘morado’ saturando la despensa. Mas no quedarás sin ‘blanca’, aunque sí te lo merezcas, ni vas a pasarlas ‘negras’ pues aquí tamañas trampas no duran mucho entre rejas; y hasta acaso, de ‘rositas’, te vayas sin rendir cuentas. Mas, por hacer tanto daño a los que antaño estafaste te han mudado, Mario, el nombre, y en vez de tu bautismal ahora apodan ‘Mariconde’.

¡Ay que me he ‘equivocao’! ¡Ay que me he ‘equivocao’!, pues ahora me percato que quien llevan ‘esposao’, no es el Blesa ni es el Rato, es Mario, el ‘engominao’. Al cabo de algunos años de haberte ‘desbanestao’, Mario del fraude y engaño y el cabello ‘almidonao’ te metieron en la trena, por coger lo que no es tuyo y unos años de condena, mas no aplastaron tu orgullo con el peso de la pena. ¿Por qué preclaro don Mario, toca, birrete y muceta has mandado a hacer puñetas por traje de presidiario? ¿Qué ha sido de tu opulencia, de la soberbia y el yate, criados y reverencias, de oropeles y magnates, y terrenos conquistados, si te han de ser confiscados y una celda tu existencia de escasos metros cuadrados? Mario Conde, Conde Mario, ¿qué ha sido del patrimonio, sin sudor y temerario, por rollos de compraventas o de ‘pasta’ trapicheos en acciones fraudulentas? Sean millones o miles, para el caso nada cuentan, en ese templo expiatorio de desviaciones civiles, del que dicen sanatorio, porque salen como santos los que entraron como viles.
Mario Conde, Conde Mario, confieso me asombré con cuanto brío se desbordó tu avaricia fraudulenta, y por ello, a fin de cuentas, yo me río de tu sombra y de tu afrenta.
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