¡Bragas a un euro!

05/04/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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Todos albergamos algún tipo de secreto, confesables o inconfesables, los llevamos dentro y nos hacemos merecedores de falsas insignias a las que les debemos protección. Los secretos nos hacen partícipes de gamberradas, fechorías e incluso determinadas acciones de gran maldad, pero hay uno en concreto que por mucho que se desvele, siempre se acude a desmentir de manera apresurada ya que la vergüenza puede con todo. Así es, me refiero a los mercadillos. En nuestra provincia no hay día de la semana que no se celebre uno, pero voy a confesarles que soy de los que transitan los puestos en busca de algo que me pueda servir. León, Santa María del Páramo y La Bañeza, son algunas de las poblaciones a las que sus mercadillos tienen una atracción por la cual acuden muchos de nuestros conciudadanos, mercadillos que si tengo la oportunidad no dejo de visitar. Lugares con consignas propias que se mantienen a lo largo del tiempo y que a voz en grito, consiguen llamar nuestra atención en medio de risas, "¡bragas a un euro señora!", "cómprame un pijama de estos buenos, que los que tienes en casa están llenos de pelotillas". Entre todo el tumulto, vecinos, conocidos y compañeros de trabajo que en el momento que se percatan de tu presencia, hacen giros extraños, o cambian de dirección como si hubiesen visto al mismísimo diablo, la vergüenza se hace presente y a la mañana siguiente desmienten cualquier tipo de visión, mientras la autoestima empieza hacer de las suyas. Un secreto en toda regla, que por mucho que quieran no se atreven a desvelar, lo inconfesable de la ropa que llevan puesta, lo atuendos del hogar, comida e incluso la lámpara imitación del siglo XVIII que cuelga del salón, son propias de una adquisición a toda velocidad, por el miedo al avistamiento de otros como ellos con el mismo fin. Los mercadillos generan esto, riesgo, tensión y un gran gasto de adrenalina, por el bien de mantener una supuesta posición. ¡Mares, qué lugares! El motor económico de muchas poblaciones, que celebran la llegada de los puestos, las calles se visten de gala y la actividad regresa donde días atrás no había nada. Las bragas a un euro, los packs de calcetines, las colchas, camisetas, chicharro de barrica o las antigüedades..., haga frío o calor, llueva o nieve, el mercadillo ejerce un poder de atracción que ni Julio Iglesias en sus mejores momentos. Si son novatos en esto de los puestos, no se olviden de llevar a su madre consigo, ella les desvelará todos los secretos de la compra-venta.
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