Boxeando a hombros de gigantes

Pedro Ludena comenta la película 'Creed III' de Michael B. Jordan

Pedro Ludena
10/03/2023
 Actualizado a 10/03/2023
Michael B. Jordan y Jonathan Majors en la tercera entrega de la franquicia ‘Creed’.
Michael B. Jordan y Jonathan Majors en la tercera entrega de la franquicia ‘Creed’.
‘Creed III’
Director: Michael B. Jordan.
Intérpretes: Michael B. Jordan, Jonathan Majors, Tessa Thompson.
Género: Drama / Deportes.
Duración: 117 minutos.

Sin Sylvester Stallone en su esquina y con su protagonista, Michael B. Jordan, sentándose por primera vez en la silla del director, ‘Creed’ vuelve a subirse al ring por su propio pie con una tercera entrega que, a pesar de sus cambios entre bastidores, sigue estancada en las bases asentadas por el de Filadelfia hace ya casi medio siglo.

Las películas de boxeo no son nada nuevo, la primera de estas data de 1897, aunque el atractivo de ver a dos hombres peleando con todo su poderío físico viene llenando tanto cines como anfiteatros desde hace más de dos mil años. Puede que en el civilizado mundo moderno no tengan cabida las peleas a muerte, pero eso no impide que los espectadores siempre saboreemos más un deporte cuanto más haya en juego, por algo la final de la Champions siempre tendrá más espectadores que una jornada de liga, ¿y que apuesta puede ser más alta que la propia vida? Por ello, en su exploración, y explotación, de los límites del cuerpo humano, unido a un excelente marketing, el boxeo se ha consolidado como una de las prácticas más populares y cinematográficas de la historia.
Mientras que muchos discutirían quien es el mayor boxeador de todos los tiempos, nadie se cuestiona que, al menos en el cine, la revolución vino de la mano de ‘Rocky’. La cinta, escrita y protagonizada por el hasta entonces desconocido Sylvester Stallone, se alzó con el Óscar a mejor película en 1977, combinando el morbo y la emoción propias del boxeo con la ya clásica historia del aspirante que se convierte en campeón, aunque tuvo que esperar a la secuela para conseguirlo. Un ‘camino del héroe’ de manual, un pelotazo asegurado. Y es en esta certeza donde la saga del ‘potro italiano’ acabaría encontrando su don y su maldición, acomodándose en una fórmula efectiva, pero sobre todo sencilla, que le llevaría a cosechar éxitos durante casi quince años con secuelas que nunca lograron recuperar la magia de la original.

Dado que la industria del cine actual, donde escasean las ideas originales, funciona a base de nostalgia, la saga se relanzó en 2015 con una cara nueva: la de Adonis Creed, natural del legendario Apolo Creed. Por otro lado, Stallone pasó a adoptar un papel secundario como entrenador del hijo de quien antaño fuera su mentor, rol que le valió una nominación a los premios de la Academia, la primera desde ‘Rocky’. Esta propuesta, aunque conservadora, volvió a triunfar tanto en taquilla como en crítica emulando la trama que hizo grande a la película de 1976. Sin embargo, cuando más brillante parecía el futuro de la franquicia, la continuación demostró que se podía tropezar dos veces con la misma piedra, tres contando esta última.

Hay grandes obras acerca de deportes de contacto en las que el combate es solo una parte más de una historia profunda y humana, donde la auténtica lucha no se libra en el ring, sino adentro del propio contendiente, encontrando en el cuadrilátero la felicidad o la emoción que no le da su vida. Sobran ejemplos como ‘Toro Salvaje’, ‘El luchador’ o ‘Million Dollar Baby’, sin ir más lejos. No obstante, el principal atractivo de las historias de Creed y Rocky, salvo en sus respectivas primeras partes, siempre ha sido, y sigue siendo, las climáticas peleas al final de cada una de ellas. Así pues, el resto de su metraje se siente como un tráiler de hora y media, en el que pasas por alto un argumento olvidable, que no es más que una excusa para acabar resolviendo el conflicto a puñetazo limpio. Sus aspiraciones no iban más allá de entretener y hacer disfrutar con su acción y su traca final, y eso estaba bien. Sin embargo, el problema de ‘Creed III’ es que se toma demasiado en serio, algo que su predecesora, la cual me pareció más disfrutable, no hacía tanto, centrándose más en el espectáculo y la acción, que no deja de ser lo que esperamos ver al comprar la entrada.

Se advierte la presencia de Michael B. Jordan a los mandos de esta nueva entrega, tratando de encaminar el relato por nuevos derroteros, destacando un mayor desarrollo de su personaje, quien, al dejar de estar bajo el ala de Balboa, puede desplegar las suyas propias en una aventura mucho más personal. Este aspecto se ve encarnado en el nuevo antagonista, Damian, a quien da vida un sobrehumano Jonathan Majors, con una ‘vendetta’ que golpea a Adonis donde más le duele, en su pasado. Esta potente adición al elenco es lo mejor que ‘Creed III’ tiene que ofrecer, cuya ambición y fuerza suponen un respiro en la aburrida trama que la rodea y, por momentos, hacen que te cuestiones de qué lado estás. Pero para la mitad de la cinta, su cuota de pantalla se ve drásticamente mermada y su papel de antagonista se degrada al de simple villano, un obstáculo más a superar por el impío Creed. Otra decisión particular de la dirección es el uso de efectos generados por ordenador en el enfrentamiento culmen, dotándolo de cierta fantasía que a los más puristas del género les podrá desagradar, pero que, al menos a mí me sorprendió y aplaudí por tratar de dar una vuelta de tuerca a lo mismo que ya hemos visto tantas veces con Stallone.

Me he percatado de que a lo largo de toda la reseña no he dejado de comparar a Creed con Rocky. Y es que no es tarea fácil llenar sus zapatos, no sin un volantazo que nos presente algo realmente nuevo y reinvente la fórmula patentada por su precursor. No basta con un desarrollo de personaje predecible y vagamente familiar, ni con unos pocos trucos nuevos, para hacernos olvidar al mítico púgil de Filadelfia. La sombra de Rocky Balboa es alargada y va mucho más allá de Sylvester Stallone.
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