15/12/2016
 Actualizado a 16/09/2019
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Nativel Preciado es de Boñar aunque naciera en Madrid y presume de ello siempre que puede. Hace años escribió un libro en el que hablaba mucho de su pueblo. Era un buen libro, como casi todos los suyos, lleno de nostalgia y de cariño hacia sus orígenes, hacía sus antepasados... Uno, que es como es, un día que había bebido algunos vinos, se me ocurrió la estúpida idea de decirla que se dejase de monsergas y que en vez de escribir de los sentimientos lo hiciese sobre los personajes célebres de la villa del ex Negrillón. Nativel, en vez de mandarme a tomar por el saco, sólo se rió y comentó que cada uno escribe sobre lo que le da la gana. Pensándolo bien, creo que sí me mandó a tomar por el saco...

Boñar, en el imaginario de mis recuerdos, siempre ha sido muy especial. Una cuarta parte de mis antecesores eran de Boñar y eso siempre marca. Además, Vegas queda a 20 kilómetros, por lo que ir a Boñar en el coche de línea, o con mi padre o con mis amigos con carnet, era siempre una fiesta. Boñar tenía gente todos los días y a casi todas las horas por sus calles, por sus cafeterías, por sus tiendas... Pasado el tiempo, cuando yo dispuse de carnet y de coche, seguí acudiendo siempre que se presentaba la ocasión y llevé a muchos amigos de fuera a que ellos lo conocieran. Ir al bar de ‘las Isidras’, a la Bolera, al Córdoba y, sobre todo, donde Jose en el Blas, me prestaba, nos prestaba, como comer algo con las manos.

Luego, mis padres, que conocían a todo el mundo, me hablaron de Félix el huevero, de Tranquilo el taxista, del tío Costillas...; buena gente que bebía vino cuando había vino y si no, bebían agua fresca; buena gente que se esforzaba por sacar adelante a su familia en los peores años de la historia de España en el siglo XX, buena gente que nunca hacía mal a nadie, por lo menos a sabiendas.

Un año inolvidable viví en Boñar con mi familia. La verdad es que fue como vivir en Vegas pero con todo a tu alcance. Había un montón de bares, dos supermercados, dos farmacias justo enfrente de la iglesia y una tienda maravillosa donde podías comprar casi todo lo que imaginases: la Preciosona...

He vuelto muchas más veces, pero nada es lo mismo; será que me estoy haciendo viejo y no veo las cosas con la misma ilusión, pero lo dudo. Una vez escribí en un librín mío que Boñar, junto con Villafranca, eran, en esta provincia, los pueblos de TUVO. «Este tuvo minas», «este otro tuvo un gran capital», «la fábrica de talcos tuvo setenta empleados»... Parece que todo lo bueno ocurrió hace mil años y no es así; sucedió antes de ayer. Es cierto que a Boñar le ha pasado lo que a todos los pueblos de esta provincia, que se han quedado pequeños, que han estrechado, que sus hijos se fueron para buscarse mejor la vida. Es cierto, sí. Pero no podemos comparar a Dios con un gitano, ni a Boñar con Vegas, pongo por caso. Había un presa que recorría el pueblo de norte a sur y que no molestaba a nadie; es más, le daba un punto de frescura y de nostalgia. Pues la cegaron no se sabe bien el por qué. Había un Alfolí (granero o almacén de sal), muy hermoso que dejaron caer; mejor dicho, que tiraron y para más inri un político dijo que habían hecho muy bien porque no era más que un montón de piedras. Tenían un sanatorio para tuberculosos a la salida del pueblo y que luego fue hotel al lado de unas Caldas que venían usándose desde 1700. Hoy están cerrados tanto el hotel como las Caldas. Había un Negrillón al lado de la iglesia que se murió de muerte natural. Conservaron el tronco hasta una altura de dos o tres metros. También lo han derribado. No sé si sabéis que el árbol sagrado de los vascos, el roble de Guernica, se sustituye por otro cada cierto número de años y no pasa nada. ¡Los vascos!, los amantes por excelencia de las tradiciones no dicen nada; les parece bien. Quiero pensar que hubiera sido mejor trasplantar otro árbol para sustituir al famoso Negrillón de la canción, ¿no os parece?

Es una pena que nuestros pueblos estén vacíos. Pero más pena da que sus símbolos sean saqueados, olvidados, relegados a fotos que verán nuestros hijos dentro de treinta años. Es una pena que en Boñar se olviden de sus propios símbolos...

Salud y anarquía.
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