06/02/2021
 Actualizado a 06/02/2021
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Desde hace tiempo vengo dándole vueltas a los principios de progresividad e igualdad, y al peligro de que la Hacienda Pública expolie a la clase media española en virtud de una serie de servicios y prestaciones de las que los ricos pasan olímpicamente y que los más menesterosos utilizan a diestro y siniestro porque, entre otras cosas, no les queda otra.

Últimamente Andorra está en boca de todos. Youtubers con grandes fortunas han pillado el petate y se han instalado en el Principado vecino que no está calificado como paraíso fiscal.

No nos ponemos de acuerdo en lo que queremos dar y recibir del Estado o, mejor dicho, hay quien no necesita nada y quien sería incapaz de vivir dignamente sin las ayudas y el soporte público.

Topamos pues con la naturaleza humana, como siempre, pero también con el ordenamiento vigente, que como bromeábamos en la facultad de Derecho, «se le aplica al indiferente».

Hay quien se puede permitir cambiar de residencia y tributar donde mejor le parezca. Otros aportan lo poco que tienen y que no pueden ocultar ni Houdini mediante. El tercer grupo es la clase media, que desde mi punto de vista es la vaca lechera impositiva o llamémosle «el tonto de los impuestos».

Fíjense que cada vez sirven menos las investigaciones para descubrir si un sujeto que cambia de residencia fiscal lo hace real o fraudulentamente. El motivo es que uno de los requisitos que se solicita, a saber: que el centro de trabajo esté allí donde se reside mas de 183 días al año, al tratarse en muchos casos de negocios digitales, se cumple a pies juntillas. Cumplir es tan fácil como trasladar el ordenador y facturar desde donde sea. Los sistemas fiscales no están preparados para la revolución digital.

En vista del panorama el Gobierno está tramitando una nueva ley contra el fraude, que introducirá el concepto de «regímenes fiscales perjudiciales» y acercará o endurecerá criterios con respecto a la UE.

Y yo les pregunto, ¿creen ustedes que esto afectará a quien de verdad debería? España está sufriendo el efecto de desmanes alucinatorios en materia fiscal. Reparto de ayudas con criterios «muy suyos», embargos de pensiones a los mayores que han tributado la vida entera, de los que viven hijos y nietos (tenemos un 40 % de paro juvenil).

Ahora la fuga de jóvenes talentos del marco digital se suma a la espantada de grandes fortunas tradicionales, dejando a la clase media expuesta al expolio. Una clase que sostiene y garantiza la democracia, algo que hay que recalcar para que atisbemos la alargada sombra del totalitarismo que nunca ha desaparecido.

En definitiva, en el equilibrio está la virtud y una clase media en vías de extinción por ordeñamiento fiscal masivo, no augura nada bueno. Es blanco y en botella.
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