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Bienvenidos a la realidad

09/12/2019
 Actualizado a 09/12/2019
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Bajo este título, el profesor Antonio Robles responde al profesor y novelista Javier Cercas, a propósito de las manifestaciones de este último, desde Gerona, donde vive, advirtiendo que la trampa del catalanismo, urdida por Pujol, consistía en el tránsito de aquel lejano: «Son catalanes todos los que viven y trabajan en Cataluña» al «Quién no es separatista no es catalán». Por eso, ahora podemos ver al mismísimo Honorable Presidente ratificándolo con sus palabras, gestos y aplausos, y diciéndoles ‘apreteu’ a los del CDR. Y esto al cronista le pilla leyendo el libro de Xavier Güell sobre Gaudí, que en el capítulo-carta XI, le hace contar al arquitecto catalán a propósito de su estancia en Astorga para construir el palacio episcopal: «Expulsado por el cabildo y la opinión pública, el día de mi marcha no pude contener mi lengua y dije a un grupo de religiosas que habían tenido la cortesía de venir a despedirme: Serán incapaces de acabar el palacio y muy capaces de dejarlo interrumpido».

La superioridad económica no siempre lleva a la superioridad moral, y el arte por sí mismo no es la medida de todas las cosas. Incluso hay veces que es nada menos que la melancolía la que nos ayuda a continuar adelante a los olvidados, a los perdedores. Hasta para comprender ‘El Quijote’ máximo expositor de perdedores, hace falta la melancolía. Lo asegura nuestro José María Merino en su reciente ‘A través del Quijote’ publicado por Jesús Egido en ‘Reino de Cordelia’ cuando dice: «Siempre he dicho que para disfrutar del Quijote hay que haber empezado a conocer la melancolía».

Xavir Güel pone esto en boca de Gaudí: «Muchos años después, vino a verme a Barcelona una delegación astorgana con el ruego de que finalizara el palacio episcopal. Lo único que se me ocurrió responder fue: No volveré a poner los pies en Astorga. Ni subido en globo volvería a cruzar esa ciudad».

‘Apreteu, apreteu’ dicen ahora aquí los poderosos catalanes a su chicos de los CDR. Y a nosotros, los otros catalanes de Candel, no nos queda otra que sobrevivir en poder de unos políticos que nada quieren de nosotros. Así que, refugiados en la melancolía, a cambio de este clima y este paisaje, tan benignos, y de este paisanaje, tan entrañable en su mayoría, aguantaremos esta realidad que hoy nos toca, y que nos quiere a la cola de las libertades en una pate de España secuestrada por pensadores mediocres, camuflados bajo un falso progresismo, que encierra un insoportable desprecio hacia nosotros.

Olvidémonos, pues, de nuestro himno «Sin León no hubiera España». Y, bienvenidos a la realidad, paisanos.
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