25/04/2021
 Actualizado a 25/04/2021
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El pasado 23 de abril, que coincide con el fallecimiento de escritores como William Shakespeare, William Wordsworth, Joseph Pla y Miguel de Cervantes, se conmemora en una gran mayoría de naciones el Día Internacional del Libro.

Bibliocausto es un compuesto léxico con la significación de «libro consumido por el fuego». También podríamos hablar de ‘bibliotricia’, (triturar, machacar). La quema de libros ha sido una constante a lo largo de la historia y suele estar relacionada con guerras de fanatismo político o religioso. Hay ya noticias de la destrucción y quema de documentos en la Antigua Mesopotamia, en Roma, en Egipto (Biblioteca de Alejandría) y en la China del siglo III a. C.

Santo Domingo de Guzmán (siglos XII-XIII) mandó quemar los libro heréticos albigenses con la pretensión de que si alguno era ortodoxo se salvaría de las llamas. Pero las destrucciones de libros más famosas en España antes del siglo XX fueron llevadas a cabo por la Inquisición. Cisneros y Juana la Loca ordenaron en Granada, en 1500, la incineración de muchos libros árabes con el fin de apagar el recuerdo que la dominación árabe había podido dejar en el ánimo de los moriscos.

En el Capítulo VI de ‘El Quijote’, cuando Alonso Quijano regresa vapuleado de su primera salida, el ama y la sobrina piden al barbero y al cura que quemen los libros de caballería a los queinculpan haber secado el cerebro del hidalgo.

Especialmente dramática fue la quema realizada el 10 de mayo de 1933, en la Plaza de la Ópera de Berlín, en la que los nazis ordenaron abrasar decenas de miles de libros. La quema de libros más reciente en España empezó a los pocos días del golpe de Estado, en 1936. Mientras los extremistas incontrolados de izquierda se emplearon en quemar iglesias e imágenes, los sectores ultraconservadores reaccionaban contra la política educativa de la II República. Las reformas educativas republicanas ponían en peligro unos valores que, según estos sectores de la derecha, eran los tradicionales del país. Las acusaciones para sabotear el reparto de libros y luego intentar destruirlos o censurarlos durante la guerra civil y la dictadura fueron muy variados: eran antipatrióticos, heréticos a la moral católica, promotores de ideas extranjeras como el marxismo, la masonería, ateísmo,judaísmo, o de ser pornográficos e inmorales.

Se quemaron durante la guerra civil, como objetivo de «desinfección cultural», libros antinazis, liberales o marxistas. O aquellos que mostraban cierta simpatía por la República. Otros libros serían prohibidos y no se publicarían hasta mucho tiempo después, en muchas ocasiones en ediciones censuradas.

Como responsable de la biblioteca de la Fundación Sierra-Pambley, en León , se le ordenó al sacerdote y profesor Antonio González de Lama quemar todos los libros considerados ‘peligrosos’ por el nuevo régimen. Don Antonio los guardó en una salita a la que puso el nombre de ‘El Infierno’. Cuando se le preguntó si ya había incinerado los libros, don Antonio respondió: «Ya están en el infierno». Por las mismas fechas, se quemaron en León libros arrojados desde el Ateneo Obrero, ubicado frente a la ‘pulchra leonina’. Pero la primera gran quema pública de libros en España ocurrió en La Coruña en agosto de 1936: «A orillas del mar, para que las aguas se lleven lo restos de tanta podredumbre y de tanta masonería, la Falange está quemando montones de libros y folletos de la criminal propaganda comunista y antiespañola de repugnante literatura pornográfica».
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